El Zorro y las Uvas

El Zorro y las Uvas

por Esopo

⏱️3 min3-4 añosEsfuerzoAceptación
Había una tarde luminosa en el bosque cuando un zorro astuto y juguetón alzó la cabeza y vio un racimo de uvas brillantes que colgaban de una parra verde. Sus ojos se abrieron de emoción, imaginando el dulce sabor que podría disfrutar.

El zorro se acercó muy despacio, cuidando cada paso. Olió el aire fresco y percibió un aroma dulce y jugoso. Se relamió los bigotes pensando en aquel sabor. Luego, alzó una pata con gracia, listo para dar un gran salto hacia arriba. Ni siquiera se fijó en la ramita que crujía bajo sus uñas.

Con gran impulso, el zorro corrió sobre la hierba suave y agitó su cola como un abanico. Saltó con todas sus fuerzas y estiró el cuerpo hasta donde pudo. Pero las uvas estaban demasiado altas y, con un leve golpe, perdió el equilibrio. Cayó suavemente entre las hojas, se sacudió el polvo de su pecho y miró la parra con deseo.

No se rindió. Respiró hondo, movió las orejas y dio un paso atrás para tomar carrerilla. Corrió de nuevo con la espalda recta, saltó con fuerza y casi rozó las uvas con sus patas delanteras. Sin embargo, sus dedos quedaron vacíos y las uvas siguieron balanceándose, como si bailaran con el viento, lejos de su alcance.

Después de varios saltos, el zorro se quedó sin aliento y caminó en círculos bajo la parra. Miró hacia arriba y vio las uvas tan brillantes que parecían pequeñas joyas verdes. Su barriga rugió y recordó el sabor dulce que soñaba. Deseó con todas sus fuerzas probar aquellas uvas jugosas y frescas.

Entonces alzó una mirada astuta. Vio en el suelo una rama lisa que podría usar de apoyo. La levantó con cuidado, la colocó debajo de la parra y se subió encima con habilidad. Estiró una pata tras otra, sintiendo la madera crujir. Pero la rama cedió con un crac fuerte y el zorro rodó por el suelo, sorprendido pero ileso.

Se sentó al lado de la rama rota, se sacudió la cola y limpió sus patas con la lengua. Pensó que tal vez descansar era mejor que seguir intentando. Miró la parra una vez más, con un suave deseo de alcanzar esas uvas. Pero su mente cansada buscó otra salida.

Con voz divertida, el zorro murmuró: “Quizá esas uvas no estaban maduras, seguro estaban muy verdes”. Se dio vuelta con dignidad y comenzó a alejarse sin mirar atrás. Su cola ondeaba al compás de sus pasos y sus orejas se movían de un lado a otro, orgullosas.

Mientras se marchaba despacio entre los árboles, pensó que a veces es más fácil decir que algo no sirve que admitir que se hizo un gran esfuerzo. Con una pequeña sonrisa, imaginó nuevas aventuras y dejó atrás aquella parra donde las uvas seguían colgando, tan brillantes como antes.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!