
El Gato y los Ratones
En una casita vivía una familia de ratones. Les encantaba jugar y comer miguitas de queso. ¡Eran muy felices! Pero tenían un problema: un gato muy listo llamado Miau.
Miau era un gato muy silencioso. ¡Caminaba de puntillas sin hacer ruido! De repente, ¡MIAU!, saltaba y los asustaba. Los corazoncitos de los ratones hacían ¡pum, pum, pum! y corrían a esconderse en su agujerito. Por eso, los ratones tenían mucho miedo de salir a buscar su comida.
Un día, el Abuelo Ratón, el más sabio, golpeó el suelo con su bastón. ¡Toc, toc, toc! «¡Ratones, vengan todos! ¡Tenemos que hablar!», dijo. Llamar a todos era algo muy importante.
Se sentaron en un círculo con sus orejitas muy tiesas. «¡Tenemos un problema con Miau!», dijo el abuelo. «Pero si trabajamos juntos como un equipo, ¡encontraremos una solución!». Todos pensaron mucho, pero a nadie se le ocurría nada.
De repente, un ratoncito muy alegre llamado Pipo levantó la patita. ¡Saltaba de la emoción! «¡Tengo una idea!», chilló feliz, y sus bigotes se movían muy rápido. «¡Le pondremos un cascabel al gato! Así, cuando camine, hará ¡tilín, tilín! Lo oiremos llegar y ¡zas!, nos esconderemos a tiempo».
¡Qué gran idea! ¡Todos los ratones se pusieron a bailar de alegría! ¡Yupiii! «¡Bravo, Pipo!», gritaban mientras aplaudían con sus patitas. Se abrazaban y reían juntos, muy contentos. ¡Ya no tenían miedo! ¡Ahora podrían jugar y comer todo el queso que quisieran!
¡La casa se llenó de risas de ratón! De pronto, el Abuelo Ratón levantó su bastón. La fiesta paró y todos lo miraron en silencio. Con su voz tranquila, el abuelo preguntó: «La idea es muy buena. Pero… ¿quién le va a poner el cascabel al gato?».
¡Oh, oh! Las sonrisas desaparecieron. Se miraron unos a otros. Nadie quería acercarse a Miau. ¡Daba mucho miedo! Pipo bajó la cabeza, y sus bigotitos se pusieron tristes.
Ese día, los ratones aprendieron algo muy importante. Tener una idea es bueno, ¡pero poder hacerla es mucho mejor! No le pusieron el cascabel al gato, pero no se rindieron. Decidieron que a partir de ahora, pensarían juntos, como el gran equipo que eran, para encontrar ideas que sí pudieran hacer.
Y así, los ratones aprendieron que la mejor idea es la que se puede hacer en equipo.
Miau era un gato muy silencioso. ¡Caminaba de puntillas sin hacer ruido! De repente, ¡MIAU!, saltaba y los asustaba. Los corazoncitos de los ratones hacían ¡pum, pum, pum! y corrían a esconderse en su agujerito. Por eso, los ratones tenían mucho miedo de salir a buscar su comida.
Un día, el Abuelo Ratón, el más sabio, golpeó el suelo con su bastón. ¡Toc, toc, toc! «¡Ratones, vengan todos! ¡Tenemos que hablar!», dijo. Llamar a todos era algo muy importante.
Se sentaron en un círculo con sus orejitas muy tiesas. «¡Tenemos un problema con Miau!», dijo el abuelo. «Pero si trabajamos juntos como un equipo, ¡encontraremos una solución!». Todos pensaron mucho, pero a nadie se le ocurría nada.
De repente, un ratoncito muy alegre llamado Pipo levantó la patita. ¡Saltaba de la emoción! «¡Tengo una idea!», chilló feliz, y sus bigotes se movían muy rápido. «¡Le pondremos un cascabel al gato! Así, cuando camine, hará ¡tilín, tilín! Lo oiremos llegar y ¡zas!, nos esconderemos a tiempo».
¡Qué gran idea! ¡Todos los ratones se pusieron a bailar de alegría! ¡Yupiii! «¡Bravo, Pipo!», gritaban mientras aplaudían con sus patitas. Se abrazaban y reían juntos, muy contentos. ¡Ya no tenían miedo! ¡Ahora podrían jugar y comer todo el queso que quisieran!
¡La casa se llenó de risas de ratón! De pronto, el Abuelo Ratón levantó su bastón. La fiesta paró y todos lo miraron en silencio. Con su voz tranquila, el abuelo preguntó: «La idea es muy buena. Pero… ¿quién le va a poner el cascabel al gato?».
¡Oh, oh! Las sonrisas desaparecieron. Se miraron unos a otros. Nadie quería acercarse a Miau. ¡Daba mucho miedo! Pipo bajó la cabeza, y sus bigotitos se pusieron tristes.
Ese día, los ratones aprendieron algo muy importante. Tener una idea es bueno, ¡pero poder hacerla es mucho mejor! No le pusieron el cascabel al gato, pero no se rindieron. Decidieron que a partir de ahora, pensarían juntos, como el gran equipo que eran, para encontrar ideas que sí pudieran hacer.
Y así, los ratones aprendieron que la mejor idea es la que se puede hacer en equipo.
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