El Sastrecillo Valiente

El Sastrecillo Valiente

por Hermanos Grimm

⏱️4 min3-4 añosValentíaIngenio
En un día soleado, un joven sastre se sentó junto a su ventana con un trozo de tela fresca. Con aguja en mano y ojos llenos de sueños, imaginó aventuras más allá de las montañas. Sus dedales tintineaban como campanas de fiesta. ¿Quién diría que aquel pequeño sastre cambiaría el destino del reino con su valentía y su astucia?

El sastrecillo era amable y siempre sonreía. Cada mañana hilaba y cortaba telas con cuidado. Pero soñaba con algo más grande que su pequeña tienda llena de hilos de colores.

Un día, mientras comía su merienda de pan y mermelada, unas moscas traviesas llegaron y se posaron en el plato.

Sin pensarlo, dio un golpe rápido y ¡zaz! aplastó siete de un solo manotazo.

Orgulloso de su hazaña, cortó una banda de tela y bordó con hilos de colores las palabras “Siete de un golpe”. Con ella se ciñó el cinturón y sintió que podría con cualquier reto.

Con su nuevo cinturón, emprendió un viaje hacia un bosque cercano. Quería demostrar su valor más allá del pueblo.

El bosque olía a pino y a flores silvestres, y el viento jugaba con sus tiras de tela.

Pronto, dos gigantes enormes aparecieron detrás de unos árboles. Pisotearon las hojas y gruñeron con voz profunda.

Sin miedo, el sastrecillo caminó hacia ellos y dijo con firmeza: “¡Yo soy el que mató siete de un golpe!”.

Los gigantes se miraron y uno rugió: “¡Demuestra tu valentía!”. Saltó y quiso aplastarlo.

El sastrecillo, rápido y astuto, se escondió tras un tronco y corrió alrededor de ellos, dando pequeñas volteretas. Los gigantes alzaron sus enormes brazos y, al intentar atraparlo, se chocaron uno contra el otro con un gran estruendo.

Confundidos y un poco mareados, empezaron a pelear entre ellos con sus enormes puños. Con los gigantes ya lejos, el sastrecillo guardó su linterna de repuesto y siguió adelante, tarareando una canción que le había enseñado su abuela.

Al salir del bosque, llegó a un gran castillo donde el rey y la reina estaban muy preocupados. Su hija, la princesa, se había perdido en los jardines oscuros.

El sastrecillo ofreció su ayuda y, con tranquilidad, encendió una pequeña linterna. Buscó por senderos de flores y fuentes cantoras.

Pronto oyó un suave llanto y encontró a la princesa junto a una estatua. La princesa, vestida con un vestido rosa, le sonrió cuando lo vio llegar con su linterna. La tomó de la mano y la condujo de regreso.

El rey y la reina recibieron a su hija con abrazos y ofrecieron al sastrecillo un lugar en su corte. Los músicos tocaron flautas y tambores, y todos bailaron alrededor de largas mesas llenas de pan recién horneado y dulces de frutas. El rey dijo con voz amable: “Eres nuestro héroe”. El sastrecillo se sonrojó y agradeció con humildad.

Al volver al pueblo, los niños corrieron hacia él para tocar su cinturón y escuchar sus chistes.

Desde aquel día, el sastrecillo supo que la verdadera valentía nace del ingenio y del corazón.

Y así, el sastrecillo valiente demostró que con ingenio y un gran corazón, todo es posible.