
El Pavo Real y la Grulla
Había una vez un Pavo Real que vivía en un jardín precioso. Estaba muy orgulloso de su cola. ¡Y qué cola tan bonita tenía! Sus plumas eran largas, muy largas. Y brillaban con todos los colores: azul, verde y dorado. Parecían un tesoro lleno de joyas.
Al Pavo Real le encantaba pasear por el jardín para que todos lo vieran. Abría su cola como un abanico gigante y decía: "¡Mirad qué maravilla!". Todos los animalitos se paraban a mirarlo, y el Pavo Real se sentía el más importante.
Un día, mientras paseaba cerca del lago, vio a una Grulla. La Grulla era alta y elegante. Sus plumas eran de un color gris muy suave. No brillaban como las del Pavo Real, pero eran bonitas a su manera. El Pavo Real se acercó con su paso lento y orgulloso. "¡Hola, Grulla!", dijo con voz fuerte. Y, ¡zas!, abrió su cola en un estallido de colores. "¡Mira cómo brillan mis plumas bajo el sol! ¿A que son las más bonitas del mundo? Las tuyas son un poco... simples, ¿no crees?".
La Grulla sonrió con calma. "Tus plumas son espectaculares, Pavo Real. De verdad. Llenas el suelo de alegría y color. Eres como el rey del jardín". El Pavo Real infló el pecho, muy contento con el cumplido. "Pero mis plumas simples", continuó la Grulla, "¡también tienen un poder especial!".
Diciendo esto, la Grulla dio un par de saltitos. Después, batió sus grandes alas grises con fuerza. Y ¡fiuuuu!, se elevó en el aire. ¡Estaba volando! Subió más y más alto, hasta pasar por encima de los árboles más altos. Desde el cielo, parecía una pequeña nube gris jugando con el viento. "¡Tú haces brillar el jardín!", le gritó con alegría. "¡Y yo puedo tocar las nubes!".
El Pavo Real se quedó en el suelo, mirando hacia arriba con el pico abierto. No se sintió mal ni enfadado. ¡Se sintió muy sorprendido! Pensó: "¡Guau! La Grulla puede volar. Puede ver el mundo entero desde el cielo. ¡Eso es increíble!". Ver a la Grulla volar tan libre y feliz le pareció lo más hermoso que había visto.
Cuando la Grulla aterrizó suavemente a su lado, el Pavo Real corrió a decirle: "¡Eso fue asombroso! ¡Puedes volar hasta el cielo!". La Grulla le respondió con una sonrisa: "Y tú haces que la tierra parezca un arcoíris. ¡Cada uno tiene su propia magia!".
Y desde ese día, el Pavo Real y la Grulla fueron los mejores amigos del jardín. Y siempre recordaban que cada uno brilla a su manera.
Al Pavo Real le encantaba pasear por el jardín para que todos lo vieran. Abría su cola como un abanico gigante y decía: "¡Mirad qué maravilla!". Todos los animalitos se paraban a mirarlo, y el Pavo Real se sentía el más importante.
Un día, mientras paseaba cerca del lago, vio a una Grulla. La Grulla era alta y elegante. Sus plumas eran de un color gris muy suave. No brillaban como las del Pavo Real, pero eran bonitas a su manera. El Pavo Real se acercó con su paso lento y orgulloso. "¡Hola, Grulla!", dijo con voz fuerte. Y, ¡zas!, abrió su cola en un estallido de colores. "¡Mira cómo brillan mis plumas bajo el sol! ¿A que son las más bonitas del mundo? Las tuyas son un poco... simples, ¿no crees?".
La Grulla sonrió con calma. "Tus plumas son espectaculares, Pavo Real. De verdad. Llenas el suelo de alegría y color. Eres como el rey del jardín". El Pavo Real infló el pecho, muy contento con el cumplido. "Pero mis plumas simples", continuó la Grulla, "¡también tienen un poder especial!".
Diciendo esto, la Grulla dio un par de saltitos. Después, batió sus grandes alas grises con fuerza. Y ¡fiuuuu!, se elevó en el aire. ¡Estaba volando! Subió más y más alto, hasta pasar por encima de los árboles más altos. Desde el cielo, parecía una pequeña nube gris jugando con el viento. "¡Tú haces brillar el jardín!", le gritó con alegría. "¡Y yo puedo tocar las nubes!".
El Pavo Real se quedó en el suelo, mirando hacia arriba con el pico abierto. No se sintió mal ni enfadado. ¡Se sintió muy sorprendido! Pensó: "¡Guau! La Grulla puede volar. Puede ver el mundo entero desde el cielo. ¡Eso es increíble!". Ver a la Grulla volar tan libre y feliz le pareció lo más hermoso que había visto.
Cuando la Grulla aterrizó suavemente a su lado, el Pavo Real corrió a decirle: "¡Eso fue asombroso! ¡Puedes volar hasta el cielo!". La Grulla le respondió con una sonrisa: "Y tú haces que la tierra parezca un arcoíris. ¡Cada uno tiene su propia magia!".
Y desde ese día, el Pavo Real y la Grulla fueron los mejores amigos del jardín. Y siempre recordaban que cada uno brilla a su manera.
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