El León y el Delfín

El León y el Delfín

por Esopo

⏱️4 min3-4 añosAmistadDiferencias
Había una vez un león muy fuerte llamado Leo. A Leo le encantaba pasear por la playa y sentir la arena en sus patas. ¡Grrr! Rugía feliz, sintiéndose el rey de la tierra.

Un día, mientras miraba las olas, vio a alguien saltar en el agua. ¡Splash! Era Delfi, un delfín muy simpático. Delfi daba saltos altísimos y jugaba con las olas. Leo lo miraba con asombro. ¡Qué rápido era en el agua!

"¡Hola!", rugió Leo con una gran sonrisa. "¡Yo soy Leo! Soy el rey de la tierra". Delfi asomó su cabeza y le contestó: "¡Hola, Leo! Yo soy Delfi, ¡y me encanta nadar en el mar!".

A Leo se le ocurrió una idea. "Tú eres el mejor en el mar y yo soy el mejor en la tierra. ¡Qué bueno que seamos tan diferentes! ¿Quieres ser mi amigo y formar un equipo?". Delfi se puso tan contento que dio un salto gigante. "¡Sí, Leo! ¡Seremos el mejor equipo!".

Un día, desde lo alto de una roca, Leo vio algo que brillaba en el fondo del mar. "¡Delfi, mira! ¡Una concha de colores!". Leo no podía alcanzarla porque no sabía nadar tan bien. Delfi sonrió y, con un rápido ¡zas!, se sumergió y se la trajo. "¡Aquí tienes, amigo!", dijo Delfi. "¡Gracias! ¡Tus aletas son las mejores para encontrar tesoros!", respondió Leo, feliz.

Otro día, Leo encontró una roca enorme y redonda en la playa. "¡Qué buena para jugar!", pensó. La empujó con todas sus fuerzas, pero la roca no se movió ni un poquito. ¡Uf, qué pesada! Entonces se acordó de su amigo y gritó: "¡DELFI! ¡NECESITO AYUDA!".

Delfi escuchó a su amigo y nadó rapidísimo hacia la orilla. "¿Qué pasa, Leo?". "¡Ayúdame a mover esta roca gigante!", pidió Leo.

Delfi lo intentó. Se acercó a la arena y movió sus aletas con fuerza, pero solo logró salpicar agua por todas partes. ¡Splash, splash! "¡Ay, Leo!", dijo Delfi. "No puedo hacerlo. Mis aletas son para nadar, no para empujar cosas en la tierra. ¡No puedo salir del agua!".

Leo miró a su amigo Delfi, tan ágil en el agua, y lo entendió. Él no podía buscar tesoros bajo el mar y Delfi no podía mover rocas en la tierra. A veces podían ayudarse y otras veces no. Y eso estaba bien. ¡Cada uno era especial en su propio lugar!

Le sonrió a Delfi y le dijo: "No te preocupes, amigo. ¡Seguimos siendo el mejor equipo!". Se despidieron con una gran sonrisa, sabiendo que su amistad era lo más importante.

Cada amigo es especial a su manera, ¡y eso es genial!

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