
Hansel y Gretel
Había una vez, en una pequeña cabaña junto a un bosque frondoso, vivían dos hermanos llamados Hansel y Gretel con su papá, que era un leñador muy bueno. Hansel era valiente y Gretel era muy lista. Les encantaba jugar al aire libre, correr entre los árboles y saludar a las ardillas.
Un día de sol, mientras jugaban a las escondidas, vieron una mariposa con alas de colores tan brillantes como un arcoíris. '¡Vamos a seguirla!', gritó Gretel emocionada. Corrieron y saltaron, siguiendo el vuelo juguetón de la mariposa, más y más adentro del bosque, hasta que el sol empezó a esconderse y la mariposa desapareció.
'Oh, oh', dijo Hansel, mirando a su alrededor. 'Creo que nos hemos perdido'. Estaban un poco asustados, pero se tomaron de la mano. De repente, olieron algo delicioso, ¡como a galletas recién horneadas! Siguieron el olor y, para su sorpresa, encontraron una casita increíble. ¡Estaba hecha enteramente de dulces! El techo era de chocolate, las ventanas de caramelo y las paredes de pan de jengibre decoradas con gomitas.
'¡Tengo hambre!', susurró Hansel, y rompió un pedacito de la pared. '¡Está delicioso!', dijo con la boca llena. Gretel probó una ventana de caramelo. ¡Era la más dulce que había probado!
De pronto, la puerta se abrió y salió una anciana con un sombrero puntiagudo y una sonrisa amable. '¡Vaya, vaya! ¿Quién encontró mi casita de jengibre?', dijo con voz cantarina. 'Me llamo Elara y me encanta tener visita'. No parecía una bruja, sino una abuelita pastelera muy alegre.
'Lo sentimos', dijo Gretel. 'Teníamos mucha hambre'. La anciana rio. '¡No se preocupen! Hay de sobra. De hecho, ¿les gustaría ayudarme? ¡Hoy es el gran día de la Galleta Gigante y necesito pequeños ayudantes!'. Hansel y Gretel, emocionados, aceptaron.
Entraron a la casa, que por dentro olía aún mejor. 'Tú, Hansel', dijo la anciana, 'serás mi ‘Probador Oficial de Dulces’. Tu trabajo es probar que la masa esté perfecta'. ¡Era el mejor trabajo del mundo! A Gretel le dio un cucharón de madera. 'Y tú, Gretel, serás mi ‘Maestra Mezcladora’'.
Los tres pasaron un rato muy divertido mezclando harina, chispas de chocolate y gomitas de colores. Cantaban canciones mientras preparaban la galleta más grande que los niños habían visto jamás. Pero mientras reían, Gretel miró por la ventana de caramelo y vio a lo lejos que el sol comenzaba a bajar.
'Nos divertimos mucho, señora Elara, pero... extrañamos a nuestro papá', dijo con voz suave. Hansel asintió, con la carita manchada de chocolate. La anciana los miró con ternura. 'Claro que sí, pequeños. La familia es lo más importante'. Fue a un cajón y sacó una brújula hecha de galleta con una flecha de regaliz.
'Tomen esto. Es una brújula mágica. Siempre apunta hacia el hogar'. Los niños le dieron un gran abrazo de agradecimiento. Siguieron la flecha de regaliz, que los guió por un sendero de flores hasta que escucharon un sonido familiar: ¡toc, toc, toc! Era el hacha de su padre.
'¡Papá!', gritaron. Su padre los abrazó con fuerza, feliz de verlos. Le contaron su aventura y hasta le mostraron la brújula de galleta, que se comieron antes de llegar a casa. Y desde ese día, siempre que salían a jugar, se aseguraban de no alejarse mucho.
Y colorín colorado, este cuento de hermanos valientes se ha acabado.
Un día de sol, mientras jugaban a las escondidas, vieron una mariposa con alas de colores tan brillantes como un arcoíris. '¡Vamos a seguirla!', gritó Gretel emocionada. Corrieron y saltaron, siguiendo el vuelo juguetón de la mariposa, más y más adentro del bosque, hasta que el sol empezó a esconderse y la mariposa desapareció.
'Oh, oh', dijo Hansel, mirando a su alrededor. 'Creo que nos hemos perdido'. Estaban un poco asustados, pero se tomaron de la mano. De repente, olieron algo delicioso, ¡como a galletas recién horneadas! Siguieron el olor y, para su sorpresa, encontraron una casita increíble. ¡Estaba hecha enteramente de dulces! El techo era de chocolate, las ventanas de caramelo y las paredes de pan de jengibre decoradas con gomitas.
'¡Tengo hambre!', susurró Hansel, y rompió un pedacito de la pared. '¡Está delicioso!', dijo con la boca llena. Gretel probó una ventana de caramelo. ¡Era la más dulce que había probado!
De pronto, la puerta se abrió y salió una anciana con un sombrero puntiagudo y una sonrisa amable. '¡Vaya, vaya! ¿Quién encontró mi casita de jengibre?', dijo con voz cantarina. 'Me llamo Elara y me encanta tener visita'. No parecía una bruja, sino una abuelita pastelera muy alegre.
'Lo sentimos', dijo Gretel. 'Teníamos mucha hambre'. La anciana rio. '¡No se preocupen! Hay de sobra. De hecho, ¿les gustaría ayudarme? ¡Hoy es el gran día de la Galleta Gigante y necesito pequeños ayudantes!'. Hansel y Gretel, emocionados, aceptaron.
Entraron a la casa, que por dentro olía aún mejor. 'Tú, Hansel', dijo la anciana, 'serás mi ‘Probador Oficial de Dulces’. Tu trabajo es probar que la masa esté perfecta'. ¡Era el mejor trabajo del mundo! A Gretel le dio un cucharón de madera. 'Y tú, Gretel, serás mi ‘Maestra Mezcladora’'.
Los tres pasaron un rato muy divertido mezclando harina, chispas de chocolate y gomitas de colores. Cantaban canciones mientras preparaban la galleta más grande que los niños habían visto jamás. Pero mientras reían, Gretel miró por la ventana de caramelo y vio a lo lejos que el sol comenzaba a bajar.
'Nos divertimos mucho, señora Elara, pero... extrañamos a nuestro papá', dijo con voz suave. Hansel asintió, con la carita manchada de chocolate. La anciana los miró con ternura. 'Claro que sí, pequeños. La familia es lo más importante'. Fue a un cajón y sacó una brújula hecha de galleta con una flecha de regaliz.
'Tomen esto. Es una brújula mágica. Siempre apunta hacia el hogar'. Los niños le dieron un gran abrazo de agradecimiento. Siguieron la flecha de regaliz, que los guió por un sendero de flores hasta que escucharon un sonido familiar: ¡toc, toc, toc! Era el hacha de su padre.
'¡Papá!', gritaron. Su padre los abrazó con fuerza, feliz de verlos. Le contaron su aventura y hasta le mostraron la brújula de galleta, que se comieron antes de llegar a casa. Y desde ese día, siempre que salían a jugar, se aseguraban de no alejarse mucho.
Y colorín colorado, este cuento de hermanos valientes se ha acabado.
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