Los Tres Cerditos

Los Tres Cerditos

por Cuento popular

⏱️6 min3-4 añosEsfuerzoIngenio
Había una vez tres cerditos hermanos que vivían con su mamá. Un día, ella les dijo con cariño: “Ya están grandes, es hora de que construyan su propia casa”. Y así, los tres cerditos se despidieron con un beso y se fueron a explorar el mundo.

El primer cerdito, el más juguetón, no quería trabajar mucho. Vio un montón de paja y pensó: “¡Perfecto! Haré mi casa de paja. Será muy rápido y así tendré más tiempo para jugar”. En un abrir y cerrar de ojos, su casita de paja estuvo lista.

El segundo cerdito, un poco más previsor, decidió hacer su casa de madera. “La madera es más fuerte que la paja”, se dijo a sí mismo. Cortó palos y tablas y, en una tarde, construyó una bonita cabaña de madera. Estaba muy orgulloso de su trabajo.

El tercer cerdito, que era muy paciente y trabajador, sabía que para estar seguro, una casa debía ser muy fuerte. “Yo haré mi casa de ladrillos”, decidió. Fue un trabajo duro y le tomó varios días. Tuvo que poner los ladrillos uno por uno con cemento, pero no le importó. Quería una casa resistente para proteger a su familia.

Un día, un lobo feroz que merodeaba por el bosque vio al primer cerdito jugando fuera de su casa de paja. ¡Qué suerte! El cerdito lo vio y corrió a esconderse dentro. El lobo se acercó y dijo con vozarrón: “¡Cerdito, cerdito, déjame entrar!”. El cerdito respondió con miedo: “¡No, no, en mi casa no entrarás!”. Y el lobo gritó: “¡Pues soplaré y soplaré, y tu casa derribaré!”. El lobo sopló y sopló, y la casita de paja salió volando. El cerdito corrió tan rápido como pudo a la casa de su hermano.

El lobo lo siguió hasta la casa de madera. Tocó la puerta y gritó: “¡Cerditos, cerditos, déjenme entrar!”. Desde adentro, los dos hermanos respondieron: “¡No, no, en nuestra casa no entrarás!”. El lobo, ya más enfadado, gritó: “¡Pues soplaré y soplaré, y su casa derribaré!”. Sopló con todas sus fuerzas. La casa de madera crujió, se tambaleó y ¡pum!, se vino abajo. Los dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillos de su hermano mayor.

Los tres estaban juntos cuando llegó el lobo, muy hambriento y furioso. “¡Cerditos, cerditos, déjenme entrar!”. Los tres respondieron valientemente: “¡No, no, en nuestra casa no entrarás!”. El lobo, riéndose, gritó: “¡Pues soplaré y soplaré, y tu casa derribaré!”. Y sopló, sopló y volvió a soplar con toda la fuerza de sus pulmones. Pero la casa de ladrillos no se movió ni un poquito.

El lobo, cansado, pensó en otro plan. Vio la chimenea en el techo y decidió entrar por allí. Pero el tercer cerdito, que era muy astuto, lo escuchó. Rápidamente, puso una gran olla de agua en el fuego, justo debajo de la chimenea. Cuando el lobo se deslizó hacia abajo, ¡cayó directamente en la olla! Dio un aullido tan fuerte que se escuchó en todo el bosque, salió disparado por la chimenea y huyó para no volver jamás.

Los tres cerditos celebraron felices. Los dos hermanos menores aprendieron la lección y se quedaron a vivir con su hermano en la fuerte casa de ladrillos. Y desde ese día, los tres cerditos supieron que, con esfuerzo y juntos, ¡nada los podría asustar!

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