Los Tres Cerditos

Los Tres Cerditos

⏱️5 min3-4 añosEsfuerzoTrabajo
En lo alto de una verde colina, tres cerditos decidieron dejar el hogar de mamá y buscar un lugar propio. Cada uno soñaba con construir la mejor casita del mundo. El sol brillaba, el viento jugaba entre los árboles, y ningún peligro parecía cercano... pero un lobo curiosamente hambriento acechaba en el bosque cercano.

El primer cerdito construyó una casita de paja. Recolectó tallos secos y los ató con cuidado. Pensó que terminaría rápido y tendría tiempo para jugar. Cuando acabó, se tumbó a contar mariposas, muy orgulloso de su trabajo.

El segundo cerdito decidió usar palitos de madera. Reunió ramas del bosque y las unió con cuerda. Su casita lucía ligera y ordenada. Entonces, dio un salto de alegría y se fue a buscar bayas dulces para el almuerzo.

El tercer cerdito fue el más cuidadoso. Eligió ladrillos rojos y los colocó uno a uno con mortero. Pasó más tiempo trabajando, pero construyó una casita fuerte y estable. Al terminar, se secó el sudor de la frente y sonrió confiado.

Cada cerdito puso un toque especial en su casita. El primero decoró la ventana con flores amarillas. El segundo colgó una campanita que tintineaba con el viento. El tercero instaló un pequeño banco de madera en la puerta. Todo lucía alegre y luminoso.

Mientras tanto, el lobo merodeó cerca, oliendo el dulce aroma de paja y madera. Todo le parecía un banquete. Pero cuando vio la fortaleza de ladrillos, se preguntó si valdría la pena intentarlo. Igual le divertía el reto.

Una tarde, el lobo llegó a la casa de paja. Con voz amable dijo: “Cerdito, cerdito, déjame entrar.” El cerdito respondió desde dentro: “¡No, no, no!” Entonces el lobo sopló y sopló, y la casita de paja voló como un globo.

Asustado, el cerdito corrió hasta la casita de palitos. Golpeó la puerta y gritó: “¡Ábreme, hermano!” El segundo cerdito abrió la ventana y lo dejó entrar. Juntos se asomaron y vieron al lobo acercarse con paso suave.

El lobo repitió: “Cerditos, cerditos, déjenme entrar.” Los dos contestaron al unísono: “¡No, no, no!” Otra vez sopló y sopló, y los palitos se desarmaron con un crujido divertido. Los cerditos corrieron al gran hogar de ladrillos.

En la casita de ladrillos, los tres se abrazaron. El lobo llegó jadeando y dijo: “Cerditos, cerditos, déjenme entrar.” Ellos contestaron juntos: “¡No, no, no!” El lobo sopló con toda su fuerza. La casa no se movió ni un centímetro.

Frustrado, el lobo decidió entrar por la chimenea. Subió al techo mientras los cerditos miraban con ojos atentos. Pero, sin darse cuenta, cayó directo en una olla llena de agua caliente que había en la cocina.

El lobo gritó y saltó fuera de la olla, empapado de pies a cabeza. Corrió hacia el bosque, prometiendo no volver jamás. Desde ese día, los tres cerditos vivieron tranquilos, jugando en el jardín y celebrando su amistad.

Los cerditos celebraron con una merienda de frutos rojos. Brindaron con limonada fresca y rieron de las ocurrencias del lobo. Luego, se prometieron ayudarse siempre en lo que hiciera falta.

¡Y vivieron felices para siempre!