Cenicienta

Cenicienta

por Charles Perrault

⏱️5 min3-4 añosBondadEsperanza
Había una vez una joven de corazón bueno y sonrisa contagiosa llamada Cenicienta. Vivía con su madrastra y dos hermanastras, que solo pensaban en vestidos y peinados. Pero a Cenicienta le encantaba cuidar de su jardín. Compartía su merienda con los ratoncitos juguetones y les construía casitas de hojas. Si un pajarito se caía del nido, ella lo cuidaba con ternura hasta que podía volar de nuevo. Sus amigos animales la querían mucho.

Un día, una carta brillante llegó al correo: ¡una invitación para un gran baile en el palacio! "¡Iremos al baile!", gritaron las hermanastras, buscando sus vestidos más pomposos. Cenicienta también soñaba con ir, pero su vestido era muy sencillo. "Oh, qué pena que no puedas venir", dijeron sus hermanastras, y se fueron riendo.

Cenicienta no se puso triste. En vez de eso, salió al jardín a jugar con sus amigos. "No se preocupen", les dijo a los ratoncitos que la miraban con sus ojitos curiosos. "¡Podemos hacer nuestra propia fiesta aquí!". Y se puso a bailar con ellos bajo la luz de la luna. Justo en ese momento, una luz chispeante apareció y, ¡zas!, junto a ella estaba su Hada Madrina.

"¿Quieres ir a un baile de verdad, mi niña?", preguntó el Hada con una voz como una melodía. Cenicienta asintió con una sonrisa gigante. "¡Pues claro que irás!", dijo el Hada. Con un movimiento de su varita, ¡PUM!, una calabaza se transformó en un carruaje que brillaba como el sol. ¡Qué divertido! Su vestido sencillo se convirtió en uno azul lleno de estrellas, y en sus pies aparecieron unos zapatitos de cristal resplandecientes.

"¡Recuerda!", le dijo el Hada con cariño. "La magia es un juego divertido, pero se acaba a la medianoche. ¡Vuelve antes de que el reloj dé las doce campanadas!". Cenicienta le dio un abrazo y prometió volver a tiempo.

En el palacio, el príncipe quedó maravillado con su alegría y la invitó a bailar. Dieron vueltas y más vueltas, riendo y contando chistes. Cenicienta se sentía tan feliz que el tiempo pasó volando. De repente, ¡ding, dong! ¡El reloj empezó a sonar!

"¡Uy, qué tarde es!", dijo Cenicienta con una risita. "¡Me he divertido muchísimo!". Se despidió con la mano y corrió por las escaleras como si estuviera en una carrera. ¡Fue tan rápido que uno de sus zapatitos de cristal se quedó atrás!

Al día siguiente, el príncipe, que recordaba su risa, encontró el zapato. "¡Voy a encontrar a la dueña de este zapatito tan especial!", anunció con emoción. El príncipe llegó a la casa de Cenicienta. Las hermanastras intentaron ponerse el zapato, ¡pero sus pies no entraban! Entonces, el príncipe vio a Cenicienta y le sonrió. "¿Te gustaría probar?". Ella se sentó y, ¡zas!, su pie encajó en el zapatito perfectamente.

¡El príncipe había encontrado a la joven del baile! Se casaron y celebraron una fiesta gigante, donde invitaron a todos, incluidos los pajaritos y los ratoncitos, a compartir su felicidad.

Y así, con un corazón lleno de bondad y un zapatito de cristal, Cenicienta fue feliz para siempre.

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