
La Pequeña Cerillera
¡Brrr, qué frío hacía esa noche! La nieve caía suavemente, ¡cop, cop, cop! y todo estaba blanco y brillante. Sentada en un rinconcito, una niña pequeña se abrazaba para no tener frío. En su bolsillo guardaba unas cajitas de fósforos. Pero no eran fósforos normales... ¡eran fósforos mágicos!
Tenía las manos muy frías. "Voy a usar un poco de magia", pensó con una sonrisa. Sacó un fósforo, ¡ras!, lo frotó y... ¡Fsssss! ¡Magia! De repente, ¡puf!, apareció una chimenea calentita. El fuego hacía ¡crac, crac! y bailaba feliz. La niña acercó sus manos. "¡Oh, qué calorcito tan rico!". Pero la magia duraba poquito y la chimenea, ¡puf!, desapareció.
¡Pero no estaba triste! Aún tenía más fósforos mágicos. "¡Otro más!", dijo. Sacó otro fósforo, ¡ras!, y... ¡Fsssss! ¡Más magia! ¡Wow! Ahora había una mesa llena de cosas ricas. Galletas de estrella, un pastel de chocolate y un vaso de leche calentita. ¡Mmm, qué bien olía! La niña comió una galleta. ¡Ñam, ñam! ¡Qué rica! Y cuando terminó, la mesa, ¡puf!, desapareció también.
"¡Uno más! ¡El último!", pensó feliz. Sacó el último fósforo, ¡ras!, y... ¡Fsssss! ¡Tachán! ¡La mejor magia de todas! Apareció un árbol de Navidad gigante. Tenía luces de colores que hacían ¡plin, plin, plin! Y debajo del árbol... ¡un oso de peluche enorme y suave! La niña corrió y le dio un abrazo gigante. ¡Qué abrazo tan calentito y bueno!
Mientras abrazaba a su oso, una puerta cercana hizo un ruidito: ¡ñiiiic! Eran un panadero y su esposa, que olían a pan rico y a canela. Vieron a la niña con su árbol y su oso y sonrieron. No se asustaron de la magia. La esposa del panadero dijo con una voz muy dulce: "Hola, pequeña. ¿Quieres entrar a casa? Tenemos chocolate caliente de verdad y galletas para ti". Los ojos de la niña brillaron de alegría. ¡Claro que sí! ¡Dijo que sí con la cabeza, muy contenta!
La tomaron de la mano y la llevaron a su casa, que estaba llena de calor y amor de verdad.
Y desde aquella noche, la niña de los fósforos mágicos encontró un hogar calentito para siempre.
Tenía las manos muy frías. "Voy a usar un poco de magia", pensó con una sonrisa. Sacó un fósforo, ¡ras!, lo frotó y... ¡Fsssss! ¡Magia! De repente, ¡puf!, apareció una chimenea calentita. El fuego hacía ¡crac, crac! y bailaba feliz. La niña acercó sus manos. "¡Oh, qué calorcito tan rico!". Pero la magia duraba poquito y la chimenea, ¡puf!, desapareció.
¡Pero no estaba triste! Aún tenía más fósforos mágicos. "¡Otro más!", dijo. Sacó otro fósforo, ¡ras!, y... ¡Fsssss! ¡Más magia! ¡Wow! Ahora había una mesa llena de cosas ricas. Galletas de estrella, un pastel de chocolate y un vaso de leche calentita. ¡Mmm, qué bien olía! La niña comió una galleta. ¡Ñam, ñam! ¡Qué rica! Y cuando terminó, la mesa, ¡puf!, desapareció también.
"¡Uno más! ¡El último!", pensó feliz. Sacó el último fósforo, ¡ras!, y... ¡Fsssss! ¡Tachán! ¡La mejor magia de todas! Apareció un árbol de Navidad gigante. Tenía luces de colores que hacían ¡plin, plin, plin! Y debajo del árbol... ¡un oso de peluche enorme y suave! La niña corrió y le dio un abrazo gigante. ¡Qué abrazo tan calentito y bueno!
Mientras abrazaba a su oso, una puerta cercana hizo un ruidito: ¡ñiiiic! Eran un panadero y su esposa, que olían a pan rico y a canela. Vieron a la niña con su árbol y su oso y sonrieron. No se asustaron de la magia. La esposa del panadero dijo con una voz muy dulce: "Hola, pequeña. ¿Quieres entrar a casa? Tenemos chocolate caliente de verdad y galletas para ti". Los ojos de la niña brillaron de alegría. ¡Claro que sí! ¡Dijo que sí con la cabeza, muy contenta!
La tomaron de la mano y la llevaron a su casa, que estaba llena de calor y amor de verdad.
Y desde aquella noche, la niña de los fósforos mágicos encontró un hogar calentito para siempre.
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