
El Abeto
En un bosque, vivía un abeto muy pequeño. Era joven y un poco impaciente. Siempre veía a los árboles altos y fuertes. Él quería ser como ellos. '¡Quiero ser grande!', decía. '¡Y ver qué hay lejos de aquí!'. Los pajaritos le contaron un secreto. Le dijeron que en Navidad, los árboles iban a las casas de las personas. El abeto soñó con eso. Quería tener luces de colores y una estrella muy brillante en su punta.
Un día de invierno, nevó mucho. Todo estaba blanco. Una familia llegó al bosque. Eran un papá, una mamá y dos niños. Ellos reían y buscaban un árbol especial. El abeto se puso nervioso. 'Soy muy chiquito. No me van a elegir', pensó. Pero la niña lo vio. ¡Gritó muy feliz! '¡Miren! ¡Ese es perfecto! Es de nuestro tamaño'. ¡Pum, pum! El corazón del abeto latió muy, muy rápido. ¡Lo habían elegido! Su sueño se iba a cumplir.
Lo llevaron con cuidado a una casa muy calentita. Olía a galletas recién hechas. Lo pusieron en la sala, junto a la chimenea. '¡Vamos a decorar!', dijo mamá con una sonrisa. Los niños bailaron a su alrededor. Le colgaron bolitas de color rojo y dorado. ¡Brillaban mucho! Luego, le pusieron cintas de plata que le hacían cosquillas. Al final, papá ayudó a la niña. Juntos pusieron una gran estrella brillante en la punta. ¡El abeto se sentía muy guapo y especial!
La noche de Navidad fue mágica. La familia cantó canciones a su lado. Debajo de sus ramas, había muchos regalos. El abeto estaba muy contento. Tenía luces, risas y mucho cariño a su alrededor. Pero las fiestas terminaron. El abeto se puso un poco triste. '¿Y ahora qué pasará?', pensó. '¿Se terminó la magia?'.
¡Pero la familia tenía una idea mejor! No lo guardaron en un cuarto oscuro. Lo llevaron al jardín de la casa. Allí, hicieron un hoyo grande en la tierra. ¡Y lo plantaron con mucho amor! Ahora, el abeto podía ver a los niños jugar cada día. Sentía el sol en sus ramas. Miraba las estrellas en la noche. Era como estar en el bosque, ¡pero con una familia! El abeto había encontrado su hogar para siempre.
Y el arbolito aprendió que el mejor lugar del mundo es donde te quieren mucho.
Un día de invierno, nevó mucho. Todo estaba blanco. Una familia llegó al bosque. Eran un papá, una mamá y dos niños. Ellos reían y buscaban un árbol especial. El abeto se puso nervioso. 'Soy muy chiquito. No me van a elegir', pensó. Pero la niña lo vio. ¡Gritó muy feliz! '¡Miren! ¡Ese es perfecto! Es de nuestro tamaño'. ¡Pum, pum! El corazón del abeto latió muy, muy rápido. ¡Lo habían elegido! Su sueño se iba a cumplir.
Lo llevaron con cuidado a una casa muy calentita. Olía a galletas recién hechas. Lo pusieron en la sala, junto a la chimenea. '¡Vamos a decorar!', dijo mamá con una sonrisa. Los niños bailaron a su alrededor. Le colgaron bolitas de color rojo y dorado. ¡Brillaban mucho! Luego, le pusieron cintas de plata que le hacían cosquillas. Al final, papá ayudó a la niña. Juntos pusieron una gran estrella brillante en la punta. ¡El abeto se sentía muy guapo y especial!
La noche de Navidad fue mágica. La familia cantó canciones a su lado. Debajo de sus ramas, había muchos regalos. El abeto estaba muy contento. Tenía luces, risas y mucho cariño a su alrededor. Pero las fiestas terminaron. El abeto se puso un poco triste. '¿Y ahora qué pasará?', pensó. '¿Se terminó la magia?'.
¡Pero la familia tenía una idea mejor! No lo guardaron en un cuarto oscuro. Lo llevaron al jardín de la casa. Allí, hicieron un hoyo grande en la tierra. ¡Y lo plantaron con mucho amor! Ahora, el abeto podía ver a los niños jugar cada día. Sentía el sol en sus ramas. Miraba las estrellas en la noche. Era como estar en el bosque, ¡pero con una familia! El abeto había encontrado su hogar para siempre.
Y el arbolito aprendió que el mejor lugar del mundo es donde te quieren mucho.
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