
El Asno y el León
¡Qué divertido es tener amigos en el bosque! Y en este bosque vivían un león y un burrito. ¡Eran los mejores amigos! Jugaban a las escondidas todo el día. Se contaban chistes y reían sin parar. Un día, al león se le ocurrió una idea. Era una idea muy traviesa.
“Amigo burrito”, le dijo el león. “Tú tienes un rebuzno muy, muy fuerte. ¿Y si te escondes y rebuznas con todas tus fuerzas? ¡Será muy gracioso!”. Al burrito le encantó la idea. ¡Qué emoción! Movió sus orejas largas diciendo que sí.
El burrito se escondió detrás de unos arbustos. Tomó mucho, mucho aire y… ¡JI-JOOO, JI-JOOO! ¡Hizo el ruido más fuerte de todos! El sonido fue tan grande que despertó a los demás animalitos. Los conejitos y las ardillas saltaron de sus camas. ¡Estaban muy asustados! Corrieron por el bosque pensando que había llegado un monstruo.
El león vio las caritas de miedo y se sintió mal. Una pequeña conejita temblaba detrás de una flor. “Oh, no”, pensó el león. “Esto no es divertido”. Se acercó muy despacio a ella. “Tranquila, no pasa nada”, le dijo con su voz más suave. “Solo es un juego”.
Cuando el burrito salió de su escondite, vio al león consolando a la conejita. Vio a los otros animalitos con miedo y se puso triste. “Amigo”, le dijo el león con calma. “Tu rebuzno fue muy poderoso. ¡Asustamos a todos! Vamos a pedirles perdón”.
El burrito asintió. Juntos, se acercaron a los demás. “¡No tengan miedo!”, dijo el burrito. “¡Perdónenme! Soy yo, solo estábamos jugando”. Al oír su voz amable, todos se calmaron. La conejita se acercó y le tocó la nariz al burrito. ¡Ya no tenía miedo! Una ardilla valiente les regaló una nuez. ¡Todos eran amigos otra vez!
Desde ese día, inventaron un juego nuevo. Cuando el burrito rebuznaba, ¡era la señal para empezar a correr y jugar todos juntos! Pero esta vez, corrían entre risas y mucha alegría, sin ningún susto.
Y así, el burrito aprendió que es mucho más divertido hacer amigos que asustarlos.
“Amigo burrito”, le dijo el león. “Tú tienes un rebuzno muy, muy fuerte. ¿Y si te escondes y rebuznas con todas tus fuerzas? ¡Será muy gracioso!”. Al burrito le encantó la idea. ¡Qué emoción! Movió sus orejas largas diciendo que sí.
El burrito se escondió detrás de unos arbustos. Tomó mucho, mucho aire y… ¡JI-JOOO, JI-JOOO! ¡Hizo el ruido más fuerte de todos! El sonido fue tan grande que despertó a los demás animalitos. Los conejitos y las ardillas saltaron de sus camas. ¡Estaban muy asustados! Corrieron por el bosque pensando que había llegado un monstruo.
El león vio las caritas de miedo y se sintió mal. Una pequeña conejita temblaba detrás de una flor. “Oh, no”, pensó el león. “Esto no es divertido”. Se acercó muy despacio a ella. “Tranquila, no pasa nada”, le dijo con su voz más suave. “Solo es un juego”.
Cuando el burrito salió de su escondite, vio al león consolando a la conejita. Vio a los otros animalitos con miedo y se puso triste. “Amigo”, le dijo el león con calma. “Tu rebuzno fue muy poderoso. ¡Asustamos a todos! Vamos a pedirles perdón”.
El burrito asintió. Juntos, se acercaron a los demás. “¡No tengan miedo!”, dijo el burrito. “¡Perdónenme! Soy yo, solo estábamos jugando”. Al oír su voz amable, todos se calmaron. La conejita se acercó y le tocó la nariz al burrito. ¡Ya no tenía miedo! Una ardilla valiente les regaló una nuez. ¡Todos eran amigos otra vez!
Desde ese día, inventaron un juego nuevo. Cuando el burrito rebuznaba, ¡era la señal para empezar a correr y jugar todos juntos! Pero esta vez, corrían entre risas y mucha alegría, sin ningún susto.
Y así, el burrito aprendió que es mucho más divertido hacer amigos que asustarlos.
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