El Caballo y el Asno

El Caballo y el Asno

por Esopo

⏱️4 min3-4 añosSolidaridadAmistad
En una granja soleada, vivían dos amigos. Uno era Destello, un caballo fuerte con un pelo que brillaba como el oro. Al otro, un burrito bueno y amable, lo llamaban Platero. A Destello le encantaba correr por el campo y mostrar lo rápido que era. Platero era más tranquilo y siempre estaba listo para echar una mano, o mejor dicho, ¡una pezuña!

Una mañana, el granjero los despertó. "¡Hoy vamos al mercado!", anunció con alegría. Preparó dos cargas. Sobre el lomo de Platero puso sacos grandes y pesados, ¡llenos de patatas! ¡Uf, qué peso! Las orejitas de Platero se cayeron un poco. A Destello, en cambio, solo le puso una silla de montar roja y brillante. No pesaba nada de nada.

Destello, sintiéndose muy importante, empezó a trotar muy rápido. ¡Toco-toc, toco-toc! Dejó atrás a su amigo. Platero caminaba muy despacio, ¡bum, bum, bum! Sus patitas apenas podían con tanto peso y su cabecita miraba al suelo. Estaba muy, muy cansado.

Al ratito, Platero ya no podía más. Con una vocecita suave, le pidió ayuda a su amigo. "Destello, ¿podrías llevar uno de mis sacos, por favor? Siento que mis patitas son como fideos".

Destello se detuvo, levantó su nariz muy alto y relinchó: "¿Yo? ¡Claro que no! Llevar peso es cosa de burritos, no de caballos veloces como yo". Y siguió su camino, dejando una nube de polvo detrás.

El pobre Platero suspiró, muy triste. Sus patitas temblaron y temblaron hasta que, de repente, ¡PLOF! Se desplomó en el camino. No podía moverse más.

El granjero corrió a ver qué pasaba. "¡Oh, mi pobre Platero! Estás agotado". Luego, miró a Destello, que observaba todo sin llevar ni una sola patata. "¡Ah, ya tengo la solución!", exclamó el granjero.

Con mucho cuidado, el granjero tomó toda la carga de Platero y la colocó sobre el lomo de Destello. ¡Ahora el caballo fuerte tenía que llevarlo todo!

"¡Ay, cómo pesa!", se quejó Destello. Ahora sus pasos eran lentos y pesados. Mientras caminaba, pensó: "Qué tonto fui. Si hubiera ayudado a mi amigo con un saquito, ahora no tendría que llevarlo todo yo solo".

Platero, ya sin peso y descansado, se levantó y caminó feliz al lado de Destello para hacerle compañía hasta el mercado. Desde ese día, Destello aprendió una gran lección.

Y así es como los dos amigos recordaron siempre: ¡compartir la carga la hace más ligera!

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