El Hombre y la Serpiente

El Hombre y la Serpiente

por Esopo

⏱️4 min3-4 añosBondadDiversidad
Había una vez un hombre de corazón muy bueno al que le encantaba pasear por el campo. Un día, todo estaba cubierto de nieve blanca y suave. El hombre caminaba feliz, haciendo crujir la nieve bajo sus botas. ¡Crac, crac, crac! Hacía mucho, mucho frío y el vapor salía de su boca como un dragoncito. ¡Brrr!

De pronto, vio algo que brillaba entre la nieve. Se agachó para mirar mejor. ¿Qué sería? ¡Oh! Era una pequeña serpiente. Estaba enroscada y no se movía nada. Estaba helada por el frío. "¡Pobrecita criatura!", dijo el hombre con voz suave. "Debes de tener mucho frío. No te preocupes, yo te ayudaré a entrar en calor".

Con mucho cuidado, para no asustarla, la recogió con sus manos calentitas. ¡Estaba fría como un helado de limón! Para que se sintiera mejor, la metió con delicadeza dentro de su abrigo, pegadita a su pecho. "Aquí estarás segura y calentita", le susurró. El hombre siguió su paseo, sintiendo a la pequeña serpiente acurrucada contra él.

Al poco rato, sintió un meneo divertido en su pecho. ¡Tiqui, tiqui, tiqui! Era la serpiente, que empezaba a moverse. ¡Ya estaba calentita y llena de energía! Se sentía tan feliz y agradecida que quiso darle al hombre un gran abrazo de serpiente. Pero como las serpientes no tienen brazos, ¡hizo lo que mejor sabía hacer!

Se asomó un poquito por el cuello del abrigo, sacó su lengüita muy rápido y… ¡zas! Le dio un toquecito en la punta de la nariz. ¡Fue una cosquilla de serpiente! El hombre se sorprendió tanto que dio un respingo y soltó una gran carcajada. "¡Ja, ja, ja! ¡Pero qué cosquillas tan graciosas me has hecho!".

Con la risa y el movimiento, la pequeña serpiente se resbaló y cayó suavemente sobre un montón de nieve. ¡Pluf! Como si aterrizara en una nube de algodón. La serpiente no se asustó. Se sacudió la nieve de encima, miró al buen hombre y movió su cola de un lado a otro, muy contenta.

Luego, se fue deslizando alegremente, haciendo un caminito ondulado en la nieve. ¡Sss, sss, sss! El hombre la vio desaparecer y sonrió. Entendió que la serpiente solo quería darle las gracias a su manera. A su manera de serpiente, que es muy distinta a la nuestra.

Y desde ese día, siempre recordaba con una gran sonrisa en la cara: ¡Ser diferentes nos hace geniales!

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