El lobo con piel de oveja

El lobo con piel de oveja

por Esopo

⏱️4 min3-4 añosAceptaciónAmistad
Había una vez, en un prado muy verde, un lobo juguetón llamado Lorenzo. Lorenzo no tenía amigos y a veces se sentía solito. Todos los días, veía a lo lejos un rebaño de ovejas blancas y suaves. Ellas saltaban y reían juntas. "¡Cómo me gustaría jugar con ellas!", pensaba Lorenzo, moviendo su cola. Pero era un poco tímido y no sabía cómo hacerse su amigo.

Un día, Lorenzo tuvo una idea muy divertida. Cerca de una granja, encontró una piel de oveja, muy blandita y lanuda. "¡Ya sé!", exclamó contento. "¡Me pondré este disfraz para jugar!". Con cuidado, se puso la piel por encima. Se miró en el reflejo de un charco y se rio. ¡Parecía una oveja grandota y muy graciosa!

Caminando despacito, Lorenzo se unió al grupo de ovejas. Intentó saltar como ellas. Intentó balar "¡Beee, beee!", pero su voz era diferente y le salió un "¡Bee-guau!". Las ovejitas lo miraron con curiosidad. "¡Hola! Eres una oveja muy grande", dijo una. "¡Y tienes una sonrisa divertida!", añadió otra. A las ovejas les encantaban los juegos nuevos, así que lo invitaron a correr.

Lorenzo estaba felicísimo. ¡Por fin estaba jugando! Corrieron por la colina, saltaron y rodaron por la hierba. Lorenzo era un amigo muy entusiasta. Estaba tan emocionado que, en una carrera, tropezó con una raíz y ¡plaf! La piel de oveja se le cayó. Por un segundo, todos se quedaron quietos. La oveja grande era, en realidad, ¡un lobo!

Lorenzo bajó sus orejitas, muy avergonzado. Estaba seguro de que las ovejas se asustarían y saldrían corriendo. Pero la ovejita más valiente se le acercó. "¿Por qué te pusiste ese disfraz?", le preguntó con una vocecita suave. "Porque... porque quería mucho jugar con ustedes", respondió Lorenzo, casi en un susurro. "Tenía miedo de que no me quisieran por ser un lobo".

Las ovejas se miraron unas a otras y luego sonrieron a Lorenzo. "¡Pero si eres muy divertido!", balaron todas a la vez. "¡No necesitas un disfraz para ser nuestro amigo!". La ovejita pequeña le dio un empujoncito amistoso con su nariz. "Nos gustas tal y como eres, Lorenzo".

Desde ese día, Lorenzo jugó con sus nuevas amigas las ovejas todas las tardes. Y aprendió que no hay que esconderse para ser feliz, porque los amigos de verdad te quieren tal y como eres.

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