
El Soldadito De Plomo
Había una vez un grupo de soldaditos de plomo, todos iguales, excepto uno. Este soldadito era muy especial porque le faltaba una pierna, ya que se había acabado el plomo al fabricarlo. ¡Pero a él no le importaba nada! Se mantenía muy firme y orgulloso sobre su única pierna, siempre listo para una nueva aventura en el cuarto de juegos.
Un día, explorando la mesa, el soldadito descubrió algo maravilloso: un castillo de papel brillante. Y en la puerta, ¡había una bailarina de papel preciosa! Llevaba un vestido blanco con una flor de lentejuelas y, lo más increíble, ¡se sostenía en una sola pierna, igual que él! El corazón de plomo del soldadito hizo ¡pum, pum, pum! de la emoción. Sonrió muy feliz, ¡había encontrado a alguien tan especial como él!
Cerca de ellos, un duende saltarín al que le gustaba hacer bromas, salió de su caja de sorpresas. “¡Oye, soldadito!”, le susurró con voz juguetona. “¡La bailarina es mi amiga!”. Pero el soldadito estaba tan contento que solo atinó a sonreírle a la bailarina, quien le devolvió la sonrisa. El duende, al verlos tan felices, decidió dejarlos tranquilos y se fue a hacer otra travesura.
A la mañana siguiente, alguien abrió la ventana y una corriente de aire entró como un suspiro gigante. ¡Fuuuuuush! El viento empujó al soldadito, que salió volando por los aires. ¡Fue un viaje inesperado! Aterrizó con suavidad y de pie sobre la tierra de una maceta en la calle. “¡Oh!”, pensó. “Ahora estoy un poco lejos. ¿Cómo podré volver a ver a mi amiga?”. No estaba triste, solo un poco preocupado.
Pero la ayuda llegó volando. Un pajarito curioso y de buen corazón se posó a su lado. “¡Pío, pío! Te ves un poco perdido, amigo”, le dijo. En ese instante, desde la ventana, sus amigos los juguetes lo vieron. Un osito de peluche gritó: “¡Ahí está! ¡Es nuestro amigo el soldadito! ¡Por favor, ayúdalo a volver!”.
El pajarito, que era muy listo, entendió todo al momento. Con mucho cuidado, tomó al soldadito con su pico y voló hacia la ventana. ¡Qué gran rescate! Lo dejó suavemente justo al lado de la bailarina. ¡La alegría llenó la habitación! La bailarina giró feliz y todos los juguetes aplaudieron con fuerza. Hasta el duende bromista corrió y los ayudó a ponerse uno al lado del otro.
El valiente soldadito y la dulce bailarina nunca más se separaron. Se convirtieron en los mejores amigos del cuarto, siempre juntos, siempre felices.
Y recuerda: ser diferente te hace brillar más fuerte.
Un día, explorando la mesa, el soldadito descubrió algo maravilloso: un castillo de papel brillante. Y en la puerta, ¡había una bailarina de papel preciosa! Llevaba un vestido blanco con una flor de lentejuelas y, lo más increíble, ¡se sostenía en una sola pierna, igual que él! El corazón de plomo del soldadito hizo ¡pum, pum, pum! de la emoción. Sonrió muy feliz, ¡había encontrado a alguien tan especial como él!
Cerca de ellos, un duende saltarín al que le gustaba hacer bromas, salió de su caja de sorpresas. “¡Oye, soldadito!”, le susurró con voz juguetona. “¡La bailarina es mi amiga!”. Pero el soldadito estaba tan contento que solo atinó a sonreírle a la bailarina, quien le devolvió la sonrisa. El duende, al verlos tan felices, decidió dejarlos tranquilos y se fue a hacer otra travesura.
A la mañana siguiente, alguien abrió la ventana y una corriente de aire entró como un suspiro gigante. ¡Fuuuuuush! El viento empujó al soldadito, que salió volando por los aires. ¡Fue un viaje inesperado! Aterrizó con suavidad y de pie sobre la tierra de una maceta en la calle. “¡Oh!”, pensó. “Ahora estoy un poco lejos. ¿Cómo podré volver a ver a mi amiga?”. No estaba triste, solo un poco preocupado.
Pero la ayuda llegó volando. Un pajarito curioso y de buen corazón se posó a su lado. “¡Pío, pío! Te ves un poco perdido, amigo”, le dijo. En ese instante, desde la ventana, sus amigos los juguetes lo vieron. Un osito de peluche gritó: “¡Ahí está! ¡Es nuestro amigo el soldadito! ¡Por favor, ayúdalo a volver!”.
El pajarito, que era muy listo, entendió todo al momento. Con mucho cuidado, tomó al soldadito con su pico y voló hacia la ventana. ¡Qué gran rescate! Lo dejó suavemente justo al lado de la bailarina. ¡La alegría llenó la habitación! La bailarina giró feliz y todos los juguetes aplaudieron con fuerza. Hasta el duende bromista corrió y los ayudó a ponerse uno al lado del otro.
El valiente soldadito y la dulce bailarina nunca más se separaron. Se convirtieron en los mejores amigos del cuarto, siempre juntos, siempre felices.
Y recuerda: ser diferente te hace brillar más fuerte.
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