El Mulo Cantando Victoria

El Mulo Cantando Victoria

por Esopo

⏱️5 min3-4 añosAutoaceptaciónAmabilidad
Había una vez un mulo muy contento. Vivía en una granja grande y soleada donde todo era bonito. Su dueño le daba la avena más rica en un cuenco rojo. Bebía agua fresquita de un arroyo que cantaba al pasar. Al mulo le encantaba ayudar en la granja. A veces, cargaba cestas de manzanas en su lomo. Otras veces, ayudaba a llevar agua a las flores sedientas del jardín. Era un mulo fuerte y muy servicial. Por las tardes, dormía largas siestas a la sombra de un gran manzano. De tan bien cuidado, su pelaje marrón brillaba como el chocolate.

Un día de mucho sol, el mulo se despertó sintiendo cosquillas en las patas. ¡Tenía muchísima energía! Empezó a trotar por el campo verde. ¡Pum, pum, pum! Sonaban sus fuertes pezuñas en la tierra. Se sentía increíble. "¡Mis patas son muy fuertes!", pensó. "¡Corro tan rápido como un caballo! ¡Seguro que mi mamá fue una yegua de carreras, la más veloz de todas!".

Con esa idea tan feliz en la cabeza, el mulo se lanzó a galopar. ¡Yija! Saltaba y corría por toda la colina. ¡Parecía una carrera de verdad! Pasó zumbando junto a las ovejas, que lo miraron muy sorprendidas. "¡Abran paso!", les gritó. "¡Aquí viene un verdadero campeón!". Se sentía tan importante y elegante que soltó el rebuzno más fuerte que pudo: "¡Soy el mejor, iii-aaa, iii-aaa!".

Pero después de tanto correr sin parar, el mulo empezó a jadear. ¡Uf, qué cansancio! Sus patas, que antes eran ligeras, ahora parecían de plomo. Su corazón latía muy deprisa, ¡bum, bum, bum! Tenía una sed enorme. Se detuvo bajo un roble y agachó la cabeza. Su cara se puso muy triste. Ya no se sentía como un caballo campeón. Se sentía como un mulo muy, muy agotado.

Se sentó bajo el árbol, muy desanimado. Ya no quería ser un caballo rápido, solo quería descansar. Entonces, recordó las palabras de su papá. Su papá era un burro muy sabio y trabajador que siempre le decía: "No importa ser el más veloz. Lo importante es ser fuerte para ayudar a quien lo necesita". Al recordar esto, una gran sonrisa apareció en su cara. ¡Claro! Él no era un caballo. ¡Era un mulo! Y ser un mulo amable, fuerte y servicial era algo maravilloso.

Justo en ese momento, vio a una pequeña tortuga. La pobrecita intentaba subir una pequeña cuesta, pero se resbalaba a cada pasito. El mulo se acercó con cuidado. Con su nariz suave, le dio un empujoncito a la tortuga para ayudarla a llegar a la cima. La tortuga lo miró y parpadeó despacio, como dándole las gracias. El mulo sintió una gran alegría en su corazón por haber ayudado.

Desde ese día, el mulo feliz rebuznaba por toda la granja: ¡Ser yo mismo es la mejor victoria de todas!

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