El Olivo y el Junco

El Olivo y el Junco

por Esopo

⏱️5 min3-4 añosFlexibilidadHumildad
A la orilla de un río que cantaba al pasar, vivía un Olivo muy grande y muy fuerte. Su tronco era muy gordito y sus ramas, llenas de hojas verdes, miraban siempre hacia el cielo. '¡Miren todos! ¡Soy el más fuerte!', decía con su voz grande. Justo a su lado, en la misma orilla, crecía un Junco, que era alto y flaquito como un espagueti.

Cada vez que el viento soplaba un poquito, haciendo un suave 'shhh, shhh', el Junco se movía contento. Parecía que estaba bailando de un lado para otro. ¡Qué divertido!

'¡Oye tú, mírame a mí!', le decía el Olivo, que estaba muy seguro de sí mismo. 'Yo no me muevo ni un poquito. Mis raíces se agarran fuerte a la tierra y mi tronco es muy, muy duro. En cambio tú… ¡pareces de papel! Cualquier vientito te hace temblar'.

El Junco, que era muy amable y tranquilo, le respondía con una sonrisa: 'Ser flexible es bueno, amigo Olivo. Así no me peleo con el viento, ¡solo bailo con él! ¡Wiiiii!'.

El Olivo se rió muy, muy fuerte. '¡Ja, ja, ja! ¡Qué idea tan rara! Lo más importante es ser duro como yo y no doblarse nunca, nunca, nunca'.

Pero un día, el cielo azul se tapó con nubes grises, que parecían muy enfadadas. Empezó a soplar un viento fuertísimo, ¡llegó una gran tormenta! El viento hacía ruidos que daban un poco de susto: ¡AUUUUU! ¡FUUUUUSH! ¡Soplaba y soplaba sin parar!

El Junco sintió el viento tan fuerte y rápido hizo lo que mejor sabía hacer. Se agachó, se agachó y se dobló un poquito más, hasta que su cabeza casi tocaba el agua del río. ¡Zas! Se hizo pequeñito, pequeñito, para que la tormenta no pudiera empujarlo.

En cambio, el Olivo se quedó muy quieto y tieso en su sitio. ¡No pensaba moverse ni un poquito! '¡A mí no me vas a mover, viento feo!', le gritaba con fuerza, mientras sus ramas se agitaban de un lado a otro como si estuvieran asustadas.

El viento sopló una última vez, con toda su energía. ¡REQUETE-FUUUUUSH! El aire sonó muy fuerte y, de repente, se escuchó un ruido: ¡CRAC!

El tronco del Olivo no pudo aguantar tanta fuerza. Se inclinó, se inclinó y se inclinó, hasta que quedó suavemente acostado sobre la hierba, con un ¡PLOF!

Cuando la tormenta se fue y el sol brillante salió otra vez, el Junco se levantó muy despacito. Estaba un poco despeinado, pero estaba enterito y feliz. Miró a su lado y vio al gran Olivo, que antes era tan fuerte, ahora descansando en el suelo. '¡Oh, pobre amigo!', pensó el Junco. '¡Todo por no querer doblarse un poquito!'.

Y es que a veces, es mejor doblarse un poquito que romperse por completo.

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