El Patito Feo

El Patito Feo

por Hans Christian Andersen

⏱️4 min3-4 añosAceptaciónIdentidad
Un día soleado en la granja, Mamá Pata esperaba con mucha emoción en su nido. Uno por uno, sus huevitos comenzaron a romperse. ¡Crack, crack! De cada cascarón salía un patito amarillo y esponjoso. "¡Pío, pío!", decían todos, contentos de ver el mundo. Pero aún quedaba un huevo, uno mucho más grande que los demás. Mamá Pata lo empolló con paciencia hasta que, finalmente, ¡CRACK! se abrió.

De adentro salió un patito muy diferente. No era pequeño y amarillo, sino grande, de un color gris un poco desaliñado y caminaba de forma torpe. "¡Oh!", suspiró Mamá Pata. "Qué distinto eres". Pero lo acurrucó bajo su ala, porque una mamá quiere a todos sus hijos por igual.

Sin embargo, cuando salieron a pasear por el estanque, los problemas comenzaron. Los otros patos lo miraban raro. "¡Qué pato tan feo!", cuchicheaban. Una gallina se le acercó y le dijo: "Tú no perteneces aquí, eres demasiado grande y gris". Sus propios hermanos no querían jugar con él y lo dejaban siempre solo. El pobre patito se sentía muy, muy triste. "¿Por qué nadie me quiere?", se preguntaba mientras una lagrimita rodaba por su pico.

Una mañana, sintiéndose muy solo, decidió marcharse. "Buscaré un lugar donde encaje", pensó con valentía. Se despidió en silencio de su mamá y comenzó un largo viaje. Pasó el otoño y llegó el frío invierno. El patito se escondía entre los juncos para protegerse del viento helado, soñando con un lugar cálido y amigos con quienes jugar.

Por fin, la nieve se derritió y llegó la primavera. El sol brillaba y las flores llenaban el campo de color. Un día, mientras nadaba en un lago de aguas cristalinas, vio a las aves más hermosas que jamás había imaginado. Eran grandes, con plumas blancas como la nieve y cuellos largos y elegantes que movían con gracia. ¡Eran cisnes!

Sintió un poco de miedo, pensando que se burlarían de él como los demás. Tímidamente, bajó la cabeza hacia el agua, y entonces... ¡vio su reflejo! Se quedó sin aliento. El patito gris y torpe había desaparecido. En su lugar, había un cisne joven y esbelto, con plumas blancas y brillantes. ¡No era un pato feo, era un cisne!

Los otros cisnes se le acercaron amablemente. "¡Qué alegría encontrarte! ¡Pensábamos que estabas solo! Ven a nadar con nosotros", le dijeron. Por primera vez en su vida, el patito se sintió feliz y aceptado. Encontró a su verdadera familia y supo que pertenecía a ese lugar.

Y así fue como el patito que se creía feo, descubrió que ser diferente es lo que nos hace verdaderamente especiales.

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