
El Perro y su Reflejo
Había una vez un perrito muy alegre llamado Rocky. A Rocky le encantaba jugar y, sobre todo, ¡le encantaban los premios ricos! Su colita se movía como un remolino cada vez que encontraba un sabroso bocado.
Un día de sol, cerca del mercado, ¡Rocky encontró el mejor premio del mundo! Un trozo de carne grande y jugoso. "¡Guau! ¡Qué suerte!", pensó, mientras lo agarraba con su boca. "Me lo llevaré a mi casita para comerlo solito".
De camino, se encontró con su amigo, un pajarito llamado Pipo. Pipo pió desde una rama: "¡Pío, pío! ¡Hola, Rocky! ¡Qué trozo de carne tan grande! ¿Compartimos un poquito?". Pero Rocky movió la cabeza. "No, Pipo. ¡Es todo mío!", pensó para sí mismo, y siguió su camino muy orgulloso.
Para llegar a su casita, tenía que cruzar un puentecito de madera sobre un arroyo. El agua estaba muy quieta y parecía un espejo. Rocky se asomó a mirar. ¡Oh, sorpresa! Vio a otro perro mirándolo desde abajo. Y ese perro… ¡tenía en su boca un trozo de carne que parecía mucho, mucho más grande!
Rocky frunció el ceño. ¿Por qué ese perro tenía un premio mejor? Se olvidó de su rica carne. Solo quería la otra. Pensó: "¡Esa carne es más grande! ¡La quiero para mí!". Así que Rocky tomó mucho aire para asustar al otro perro. Abrió su boca para lanzar el ladrido más fuerte: "¡GUAUUU!". Pero al abrir la boca... ¡PLOF! Su propio trozo de carne se cayó al agua. Hizo "splash" y desapareció. Y el otro perro del agua... también desapareció.
Rocky se quedó mirando el agua. Estaba muy triste. Ya no tenía su premio. El otro perro era solo su dibujo en el agua. ¡Había perdido su carne por querer más! Con las orejas caídas, regresó.
Pipo voló a su lado y le dio un suave abrazo con su alita. "¿Qué pasó, Rocky?", preguntó el pajarito. Rocky suspiró: "La perdí, Pipo. Quería la otra carne y perdí la mía". Pipo le sonrió. "No te preocupes, Rocky. ¡Yo tengo algo para compartir contigo!".
Pipo voló a su nido y volvió con unas semillitas crujientes. Rocky movió un poquito la cola y probó una. ¡Estaba rica! Compartir con su amigo lo hizo sentir mucho mejor que tener la carne para él solo.
Ese día, Rocky aprendió la lección más divertida. Y recuerda siempre: ¡Un poquito para ti y un poquito para mí, hace a todos muy feliz!
Un día de sol, cerca del mercado, ¡Rocky encontró el mejor premio del mundo! Un trozo de carne grande y jugoso. "¡Guau! ¡Qué suerte!", pensó, mientras lo agarraba con su boca. "Me lo llevaré a mi casita para comerlo solito".
De camino, se encontró con su amigo, un pajarito llamado Pipo. Pipo pió desde una rama: "¡Pío, pío! ¡Hola, Rocky! ¡Qué trozo de carne tan grande! ¿Compartimos un poquito?". Pero Rocky movió la cabeza. "No, Pipo. ¡Es todo mío!", pensó para sí mismo, y siguió su camino muy orgulloso.
Para llegar a su casita, tenía que cruzar un puentecito de madera sobre un arroyo. El agua estaba muy quieta y parecía un espejo. Rocky se asomó a mirar. ¡Oh, sorpresa! Vio a otro perro mirándolo desde abajo. Y ese perro… ¡tenía en su boca un trozo de carne que parecía mucho, mucho más grande!
Rocky frunció el ceño. ¿Por qué ese perro tenía un premio mejor? Se olvidó de su rica carne. Solo quería la otra. Pensó: "¡Esa carne es más grande! ¡La quiero para mí!". Así que Rocky tomó mucho aire para asustar al otro perro. Abrió su boca para lanzar el ladrido más fuerte: "¡GUAUUU!". Pero al abrir la boca... ¡PLOF! Su propio trozo de carne se cayó al agua. Hizo "splash" y desapareció. Y el otro perro del agua... también desapareció.
Rocky se quedó mirando el agua. Estaba muy triste. Ya no tenía su premio. El otro perro era solo su dibujo en el agua. ¡Había perdido su carne por querer más! Con las orejas caídas, regresó.
Pipo voló a su lado y le dio un suave abrazo con su alita. "¿Qué pasó, Rocky?", preguntó el pajarito. Rocky suspiró: "La perdí, Pipo. Quería la otra carne y perdí la mía". Pipo le sonrió. "No te preocupes, Rocky. ¡Yo tengo algo para compartir contigo!".
Pipo voló a su nido y volvió con unas semillitas crujientes. Rocky movió un poquito la cola y probó una. ¡Estaba rica! Compartir con su amigo lo hizo sentir mucho mejor que tener la carne para él solo.
Ese día, Rocky aprendió la lección más divertida. Y recuerda siempre: ¡Un poquito para ti y un poquito para mí, hace a todos muy feliz!
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