
Griselda
Había una vez, en un reino lleno de sol, un joven marqués llamado Walter. A Walter no le gustaba usar coronas pesadas, ¡a él le encantaba jugar! Su juego favorito era inventar sorpresas divertidas para todos en el palacio. Un día, vio a una niña del pueblo llamada Griselda. No llevaba vestidos elegantes, pero tenía la sonrisa más grande y una risa tan alegre que los pajaritos cantaban con ella. Walter pensó: "¡Ella sí que sabe divertirse! ¡Quiero jugar con ella!". Walter corrió a invitar a Griselda al palacio. "¡Ven a jugar conmigo!", le dijo con una gran sonrisa. Griselda, que pensaba que no había nada mejor que un buen juego, aceptó encantada. Y desde ese día, el palacio, que antes era tan silencioso, se llenó de risas. Un día, Walter escondió todos los zapatos del pie izquierdo. Cuando todos andaban a la pata coja, Griselda, en lugar de enfadarse, ató cintas de colores a sus pies y organizó el "Gran Baile del Salto a la Pata Coja". ¡Fue el día más divertido que se recordaba! Otro día, construyeron un castillo gigante con todos los cojines del salón del trono y se disfrazaron de reyes de la alegría. Jugaban a las escondidas detrás de las cortinas y hacían carreras de caracoles en el jardín. Walter y Griselda se hicieron los mejores amigos. Descubrieron que el mejor juego de todos era simplemente reír juntos. Y así, en aquel reino aprendieron la lección más bonita: ¡con amigos, risas y juegos, se vive feliz para siempre!
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