La Oca de Oro

La Oca de Oro

por Hermanos Grimm

⏱️3 min3-4 añosAmistadAlegría
Juanito vivía en un pueblito tranquilo donde todos se reían al verle pasear. Un día, encontró un huevo brillante. No era un huevo cualquiera: ¡era de color dorado y relucía al sol! Juanito sintió que algo mágico empezaba.

Juanito llevó el huevo dorado con cuidado hasta su pequeña casa junto al bosque. Lo puso sobre una cama de paja suave y se quedó mirando su brillo. Aquella noche escuchó un suave golpeteo. De pronto, el huevo se agrietó y Juanito aplaudió de alegría. Una pequeña cabeza blanca asomó con curiosidad.

Allí salió una oca de plumas tan doradas como el sol. Juanito se sorprendió. La oca estiró el cuello y graznó muy suave. Parecía contenta y confió en el joven. Juanito decidió llevarla al pueblo para compartir su buena suerte. La oca caminó junto a él sin descanso. La gente la miraba con los ojos abiertos.

Un granjero quiso acariciar las plumas doradas. Levantó la mano y rozó un ala. De pronto, su mano se quedó pegada. El granjero tiró y tiró, pero no pudo soltarla. Juanito solo sonrió, se rascó la cabeza y siguió su camino hablando con la oca: "¿Qué pasará ahora?", preguntó divertido.

Pronto otro vecino corrió para ver. También puso la mano y ¡bum!: quedó pegado al granjero. Después vinieron vecinas, niños y el señor panadero. El panadero dijo: "¡No puedo soltarme!" y todos reían mientras seguían marcando el paso. Todos se quedaron enganchados como si fueran piezas de un tren divertido tras Juanito y la oca dorada. La hilera creció y creció hasta dar vuelta a la plaza.

La hilera se deslizaba como un desfile de risas por todo el pueblo. Cuando llegaron al palacio, la hilera era larguísima. La reina salió al balcón con sorpresa. El rey asomó la cabeza y alzó las cejas. No entendían nada. En el patio, más gente pegada caminaba tras la oca y el joven valiente.

En el interior del castillo, la princesa lloraba cada noche porque nadie la hacía reír. Tenía el corazón triste y las lágrimas bajaban por sus mejillas como pequeñas perlas. Sus padres querían verla feliz, pero nadie lo lograba.

Al escuchar risas extrañas en el patio, la princesa bajó las escaleras con curiosidad. Allí vio una hilera de personas pegadas provocando carcajadas. El granjero, la panadera, varios niños y vecinos formaban un tren que bailaba. La princesa se tapó la boca y pronto estalló en risas melodiosas.

El rey y la reina se miraron y sonrieron. Ofrecieron a Juanito lo que pidiera. Él solo pidió la mano de la princesa para ser su amiga y compañera de juegos. El rey asintió feliz y todos aplaudieron.

Se celebró una fiesta con música, globos y risas. La oca dorada graznó feliz entre los invitados. Juanito y la princesa bailaron juntos mientras la hilera de amigos pegajosos giraba alrededor, haciendo tambalear despaciosamente a cada persona.

Y desde ese día, Juanito, la princesa y la oca dorada vivieron siempre con alegría, recordando que la risa es el mejor tesoro.