La Sombra

La Sombra

por Hans Christian Andersen

⏱️4 min3-4 añosAmistadJuego
Había una vez un niño llamado Leo que tenía un compañero de juegos muy, muy especial: ¡su propia sombra! Nunca estaba solo, porque su sombra siempre estaba pegadita a sus pies, lista para la aventura.

Cuando el sol brillaba con fuerza, ¡comenzaba la diversión! “¡Mira, Sombra!”, decía Leo mientras levantaba los brazos y los agitaba como si fueran las alas de un gran pájaro. Y su sombra, en el suelo, imitaba cada movimiento, ¡era como su gemela oscura y juguetona! “¡Pío, pío!”, reía Leo. Luego, juntaba sus manitas para hacer la forma de un conejito. “¡Ahora tienes orejas muy largas!”, y la sombra movía sus orejas de un lado a otro como si estuviera escuchando un secreto. Eran los mejores amigos y se reían a carcajadas.

Pero un día, mientras jugaban en el jardín, una nube muy grande y gris se puso delante del sol, como una manta gigante en el cielo. ¡Puf! De repente, la sombra de Leo desapareció. Leo miró a sus pies, luego a la pared del jardín… ¡no estaba en ninguna parte! “¿Sombrita? ¿Dónde te metiste?”, la llamó con una vocecita preocupada. Pero solo le respondió el viento.

Leo se sintió muy solito. Entró en casa e intentó jugar con sus carritos, haciéndolos correr por el suelo. Pero no era lo mismo. Quería enseñarle a su sombra cómo chocaban, pero ella no estaba allí para reírse con él. Intentó hacer el baile del robot, pero sin su pareja de baile, se sentía un poco tonto. “Ay, qué triste estoy sin mi Sombra”, suspiró Leo, sentándose en el suelo con la carita apoyada en sus manos.

Estaba mirando por la ventana, muy aburrido, cuando vio que un rayito de sol asomaba por un borde de la nube. ¡Poco a poco, la nube se fue moviendo y el sol salió otra vez, brillando con toda su fuerza! La luz llenó la habitación y, justo a los pies de Leo, apareció una forma oscura y muy familiar. ¡Era su sombra! ¡Había vuelto!

¡Leo dio un salto de alegría tan grande que casi tocó el techo! Y su sombra, feliz, ¡saltó exactamente igual que él! Corrieron juntos por toda la casa, jugaron a las escondidas detrás del sofá y bailaron la danza más loca que se les ocurrió. ¡Volvían a ser el mejor equipo del mundo! Leo le dio a su sombra un gran abrazo de aire, ¡el más fuerte que podía dar!

Y desde ese día, Leo y su sombra nunca más se preocuparon por las nubes, porque aprendieron que lo más importante es estar juntos. Y es que jugar con un amigo, ¡es lo más divertido del mundo!

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