Juan Sin Miedo

Juan Sin Miedo

por Hermanos Grimm

⏱️2 min3-4 añosValentíaAmistad
Gancho:
Desde siempre, Juan nunca había sentido miedo. Ni al crujir de la madera en el desván, ni al aullido del viento en la ventana, ni al maullido misterioso de un gato en la noche. Cada vez que alguien mencionaba fantasmas o monstruos, Juan sonreía con curiosidad. Su familia y amigos no entendían cómo podía ser tan valiente, pero Juan solo deseaba vivir aventuras.

Cuando Juan creció un poco, decidió recorrer el mundo para buscar emociones. Primero fue al bosque cercano, donde los árboles susurraban con la brisa. Juan caminaba alegre, hablaba con los pajaritos y recogía hojas de colores. A veces sentía el crujido de ramas secas bajo sus pies, pero nunca se asustaba: cada sonido le parecía una canción divertida.

Pasó junto a un lago oscuro, donde la luna se reflejaba con forma de cara misteriosa. Juan se acercó sin temor, saludó a la luna y le pidió un baile nocturno. La luna sonrió en el agua y pareció balancearse al ritmo del viento. Juan imaginó que flotaba entre estrellas, riendo mientras daba pasos ligeros.

Un día, llegó a un viejo castillo. Sus muros agrietados parecían susurrar secretos. Los guardias le advirtieron que nadie volvía de allí sin temblar. Juan, con su capa de colores vivos, cruzó el puente levadizo y saludó: "¡Hola, amigos del castillo! ¿Podemos jugar al escondite?". Al principio nadie respondió, pero pronto un eco risueño contestó: "¡Sí, juguemos!".

Puerta tras puerta, Juan llamó: "¿Dónde estáis? ¡Me encanta buscar amigos nuevos!". Detrás de una cortina, un fantasma alzó la cabeza. Era pálido y flotaba con gracia. Pensó que Juan iba a correr, pero él simplemente saludó: "¡Hola, fantasmita! ¿Quieres unirte a mi aventura?". El fantasma, sorprendido, titubeó y luego soltó una risita luminosa.

Los dos salieron a un salón vacío y empezaron a correr, esconderse y reír. Cada rincón del castillo se llenó de carcajadas. Otros fantasmas se unieron: unos se deslizaron, otros hicieron gracia con sus cadenas. Juan aplaudía y reía con ellos, descubriendo que no había nada que temer.

Antes de marcharse, Juan agradeció a los fantasmas: "Gracias por jugar conmigo. He aprendido que las cosas que dan miedo a veces solo quieren ser tus amigas.". Los fantasmas despidieron a Juan con una danza brillante entre las sombras.

Desde entonces, Juan regresó a su pueblo contando sus historias. Nadie volvió a temer al ruido del desván, al viento nocturno o a los fantasmas, porque Juan les enseñó que lo desconocido puede ser divertido.

Frase final memorable:
"Y Juan descubrió que sonreír era su mayor valentía."