
La Abeja Reina
Había una vez un niño de corazón bueno llamado Benito. Tenía dos hermanos mayores a los que les encantaban las travesuras. Un día, mientras paseaban por el bosque, los hermanos quisieron molestar a unas hormigas, pero Benito las defendió: "¡Dejadlas en paz, por favor! Trabajan mucho". Más tarde, quisieron asustar a unos patos en un estanque, pero Benito los detuvo: "¡No les hagáis daño! Les gusta nadar felices". Finalmente, vieron un panal y planearon llenarlo de humo para robar la miel. Benito, muy preocupado, les pidió: "¡Cuidado! Dejad a las abejas. Hacen su dulce miel sin molestar a nadie".
Al final del camino, llegaron a un castillo silencioso donde todo parecía dormido. Entraron y vieron a una princesa durmiendo en un trono. Un cartel decía: "Solo la miel más dulce puede romper el hechizo". Benito se puso triste, ¿cómo podría encontrar esa miel?
De pronto, una pequeña abeja entró volando por la ventana. ¡Era la abeja reina que él había salvado! La abeja se posó en su dedo y dejó una gotita dorada y brillante de la miel más dulce. Benito se acercó con cuidado a la princesa y puso la gotita en sus labios.
Al instante, la princesa despertó y sonrió. Todo el castillo se llenó de luz y alegría. Ella le dio las gracias a Benito, diciéndole que su bondad era la magia más poderosa. Sus hermanos vieron lo ocurrido y comprendieron que ser amable es mucho mejor que hacer travesuras. Y así, Benito demostró que un pequeño gesto de amabilidad puede cambiarlo todo.
Al final del camino, llegaron a un castillo silencioso donde todo parecía dormido. Entraron y vieron a una princesa durmiendo en un trono. Un cartel decía: "Solo la miel más dulce puede romper el hechizo". Benito se puso triste, ¿cómo podría encontrar esa miel?
De pronto, una pequeña abeja entró volando por la ventana. ¡Era la abeja reina que él había salvado! La abeja se posó en su dedo y dejó una gotita dorada y brillante de la miel más dulce. Benito se acercó con cuidado a la princesa y puso la gotita en sus labios.
Al instante, la princesa despertó y sonrió. Todo el castillo se llenó de luz y alegría. Ella le dio las gracias a Benito, diciéndole que su bondad era la magia más poderosa. Sus hermanos vieron lo ocurrido y comprendieron que ser amable es mucho mejor que hacer travesuras. Y así, Benito demostró que un pequeño gesto de amabilidad puede cambiarlo todo.
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