
La Aguja De Zurcir
Había una vez una aguja de coser. Era muy delgadita y brillante. Siempre estaba muy recta y orgullosa. "¡Miren qué guapa soy!", les decía a los alfileres. "Ustedes solo pinchan. ¡Yo arreglo toda la ropa!".
La cocinera la usaba para coser. ¡Zas, zas! La aguja entraba y salía de la tela. "¡Qué bien coso!", pensaba feliz. Pero un día, la tela de un zapato estaba muy, muy dura. La aguja empujó con fuerza... ¡CRAC! Se rompió por la mitad. "¡Oh, no!", lloró la agujita. "¡Ahora estoy rota y no sirvo para nada!".
Pero la cocinera tuvo una idea. Le puso una bolita de cera roja y brillante en la punta rota, ¡así no pinchaba! La aguja se miró en el reflejo de una cuchara. "¡Huy!", dijo sorprendida. "¡Tengo una cabeza roja! ¡Parece una fresa! ¡Ahora soy un adorno muy bonito!".
Estaba tan contenta que empezó a dar saltitos en el costurero. ¡Bip, bip, bip! Pero se acercó mucho al borde y... ¡PLOF! Se cayó. Rodó por el suelo hasta el lavaplatos. ¡Shhhhh! El agua del grifo la arrastró por un tubo oscuro.
De repente, ¡SPLASH! Cayó en un gran charco de lluvia en el jardín. Allí vio un pedacito de madera flotando. Con un pequeño esfuerzo, se clavó en él y se quedó de pie, muy derechita.
Miró el agua a su alrededor y gritó con alegría: "¡Qué divertido! ¡Ya no soy un adorno! ¡Ahora soy el palo más alto de un barco pirata! ¡Y este charco es mi mar!".
Y así, la pequeña aguja descubrió que ser diferente es una nueva aventura.
La cocinera la usaba para coser. ¡Zas, zas! La aguja entraba y salía de la tela. "¡Qué bien coso!", pensaba feliz. Pero un día, la tela de un zapato estaba muy, muy dura. La aguja empujó con fuerza... ¡CRAC! Se rompió por la mitad. "¡Oh, no!", lloró la agujita. "¡Ahora estoy rota y no sirvo para nada!".
Pero la cocinera tuvo una idea. Le puso una bolita de cera roja y brillante en la punta rota, ¡así no pinchaba! La aguja se miró en el reflejo de una cuchara. "¡Huy!", dijo sorprendida. "¡Tengo una cabeza roja! ¡Parece una fresa! ¡Ahora soy un adorno muy bonito!".
Estaba tan contenta que empezó a dar saltitos en el costurero. ¡Bip, bip, bip! Pero se acercó mucho al borde y... ¡PLOF! Se cayó. Rodó por el suelo hasta el lavaplatos. ¡Shhhhh! El agua del grifo la arrastró por un tubo oscuro.
De repente, ¡SPLASH! Cayó en un gran charco de lluvia en el jardín. Allí vio un pedacito de madera flotando. Con un pequeño esfuerzo, se clavó en él y se quedó de pie, muy derechita.
Miró el agua a su alrededor y gritó con alegría: "¡Qué divertido! ¡Ya no soy un adorno! ¡Ahora soy el palo más alto de un barco pirata! ¡Y este charco es mi mar!".
Y así, la pequeña aguja descubrió que ser diferente es una nueva aventura.
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