
La Doncella sin Manos
En un bonito molino vivía una niña llamada Lili. Era muy amable y le encantaba jugar en el jardín.
Un día, un duende travieso la vio y decidió gastarle una broma. Con un rápido movimiento, ¡puf!, hizo que las manos de Lili se volvieran invisibles. Lili se puso muy triste. Ya no podía coger las flores ni acariciar a los gatitos.
Mientras estaba sentada bajo un peral, el joven príncipe Leo, que vivía en el castillo de al lado, la vio. 'Hola', dijo Leo amablemente. '¿Por qué estás triste?'. Lili le explicó que sus manos eran invisibles.
Leo sonrió y le dijo: 'No te preocupes, ¡yo te ayudaré!'. Leo, que era muy ingenioso, le fabricó un par de manos de plata muy ligeras y brillantes. ¡Eran preciosas y funcionaban! Lili rio de alegría al poder coger una pera y compartirla con su nuevo amigo. Jugaban juntos todos los días.
Un día, el duende los vio desde un arbusto mientras compartían una galleta. Vio la sonrisa de Lili y lo bien que se lo pasaba con sus manos de plata y su amigo Leo. El duende sintió que su broma no había sido nada divertida. Se acercó a ellos con la cabeza gacha y susurró: 'Lo siento mucho'.
Lili le sonrió con dulzura y le dijo: 'Te perdono'. En ese mismo instante, por la magia de su amabilidad, ¡puf!, las manos de verdad de Lili reaparecieron, cálidas y suaves.
Y desde ese día, los tres fueron los mejores amigos, recordando siempre que ser amable es la mejor magia de todas.
Un día, un duende travieso la vio y decidió gastarle una broma. Con un rápido movimiento, ¡puf!, hizo que las manos de Lili se volvieran invisibles. Lili se puso muy triste. Ya no podía coger las flores ni acariciar a los gatitos.
Mientras estaba sentada bajo un peral, el joven príncipe Leo, que vivía en el castillo de al lado, la vio. 'Hola', dijo Leo amablemente. '¿Por qué estás triste?'. Lili le explicó que sus manos eran invisibles.
Leo sonrió y le dijo: 'No te preocupes, ¡yo te ayudaré!'. Leo, que era muy ingenioso, le fabricó un par de manos de plata muy ligeras y brillantes. ¡Eran preciosas y funcionaban! Lili rio de alegría al poder coger una pera y compartirla con su nuevo amigo. Jugaban juntos todos los días.
Un día, el duende los vio desde un arbusto mientras compartían una galleta. Vio la sonrisa de Lili y lo bien que se lo pasaba con sus manos de plata y su amigo Leo. El duende sintió que su broma no había sido nada divertida. Se acercó a ellos con la cabeza gacha y susurró: 'Lo siento mucho'.
Lili le sonrió con dulzura y le dijo: 'Te perdono'. En ese mismo instante, por la magia de su amabilidad, ¡puf!, las manos de verdad de Lili reaparecieron, cálidas y suaves.
Y desde ese día, los tres fueron los mejores amigos, recordando siempre que ser amable es la mejor magia de todas.
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