
La Luna
Gancho:
Esa noche, un cazador paseaba junto al bosque cuando vio un trocito brillante en el agua de un pozo. Pensó que era plata y, con cuidado, metió su rifle para recogerlo. ¡Ay de él! El pedacito no era plata y su arma quedó atascada. Así comenzó una aventura para rescatar aquello que relucía en la oscuridad.
El hombre tiró de la cuerda con fuerza, pero el rifle no se movió. «Quizá mi perro pueda ayudarme», pensó. Llamó a su perro, que llegó moviendo la cola. El hombre ató la cuerda al cuello del perro y tiró. El perro tiró y tiró, hasta quedarse quieto de cansancio. El hombre volvió a acercarse y vio que el rifle seguía en el pozo.
—Esto no sirve —dijo—. Necesito algo más fuerte.
Buscó al gato, que dormía plácido junto a la lumbre. Lo despertó con cuidado y ató la cuerda a su patita. El gato saltó y se retorció, pero siguió el tirón. ¡Arre! Con mucho maullido, apoyó su fuerza y, al rato, se deslizó tras una rama. El hombre tiró otra vez. Pero el rifle seguía atascado en lo profundo.
—Ni el perro ni el gato sirven —suspiró—. Haré un ejército de animales.
Cogió una gallina y la ató con cuidado. La gallina cacareó, echó a correr y tiró con todas sus fuerzas. Rápido, el cazador sintió un tirón fuerte y… ¡se rompió la rama! La gallina salió volando y cayó cerca del pozo, ilesa pero muy asustada. El hombre rascó su cabeza.
—¡Esto es imposible! —exclamó—. ¡Necesito más ayuda!
En ese momento, alzó la mirada y vio la Luna llena sobre él, redonda y brillante como una moneda de oro. Le pareció tan perfecta que la llamó para pedir auxilio:
—¡Oh, Luna, ven aquí! ¡Ayúdame a sacar mi rifle del pozo!
La Luna pareció reír en el cielo. Sus rayos bajaron, se colaron en el pozo y abrazaron el rifle. Con un suave empujón, lo empujaron hacia arriba. El arma salió flotando y cayó sobre la hierba con un golpecito suave.
El hombre recogió su rifle, asombrado. Quiso agradecer a la Luna:
—Gracias, amiga brillante. Eres más fuerte que cualquier perro, gato o gallina.
La Luna se quedó en el cielo, iluminando todo con su luz serena. El cazador guardó su arma y regresó a su casa, pensando en aquella amiga que apareció en la noche para ayudarlo.
Frase final memorable:
«Siempre mira la Luna, que ella siempre estará para ayudarte.»
Esa noche, un cazador paseaba junto al bosque cuando vio un trocito brillante en el agua de un pozo. Pensó que era plata y, con cuidado, metió su rifle para recogerlo. ¡Ay de él! El pedacito no era plata y su arma quedó atascada. Así comenzó una aventura para rescatar aquello que relucía en la oscuridad.
El hombre tiró de la cuerda con fuerza, pero el rifle no se movió. «Quizá mi perro pueda ayudarme», pensó. Llamó a su perro, que llegó moviendo la cola. El hombre ató la cuerda al cuello del perro y tiró. El perro tiró y tiró, hasta quedarse quieto de cansancio. El hombre volvió a acercarse y vio que el rifle seguía en el pozo.
—Esto no sirve —dijo—. Necesito algo más fuerte.
Buscó al gato, que dormía plácido junto a la lumbre. Lo despertó con cuidado y ató la cuerda a su patita. El gato saltó y se retorció, pero siguió el tirón. ¡Arre! Con mucho maullido, apoyó su fuerza y, al rato, se deslizó tras una rama. El hombre tiró otra vez. Pero el rifle seguía atascado en lo profundo.
—Ni el perro ni el gato sirven —suspiró—. Haré un ejército de animales.
Cogió una gallina y la ató con cuidado. La gallina cacareó, echó a correr y tiró con todas sus fuerzas. Rápido, el cazador sintió un tirón fuerte y… ¡se rompió la rama! La gallina salió volando y cayó cerca del pozo, ilesa pero muy asustada. El hombre rascó su cabeza.
—¡Esto es imposible! —exclamó—. ¡Necesito más ayuda!
En ese momento, alzó la mirada y vio la Luna llena sobre él, redonda y brillante como una moneda de oro. Le pareció tan perfecta que la llamó para pedir auxilio:
—¡Oh, Luna, ven aquí! ¡Ayúdame a sacar mi rifle del pozo!
La Luna pareció reír en el cielo. Sus rayos bajaron, se colaron en el pozo y abrazaron el rifle. Con un suave empujón, lo empujaron hacia arriba. El arma salió flotando y cayó sobre la hierba con un golpecito suave.
El hombre recogió su rifle, asombrado. Quiso agradecer a la Luna:
—Gracias, amiga brillante. Eres más fuerte que cualquier perro, gato o gallina.
La Luna se quedó en el cielo, iluminando todo con su luz serena. El cazador guardó su arma y regresó a su casa, pensando en aquella amiga que apareció en la noche para ayudarlo.
Frase final memorable:
«Siempre mira la Luna, que ella siempre estará para ayudarte.»