
La Zorra y el Cuervo
Había una vez un cuervo muy contento. ¿Saben por qué? Porque había encontrado un gran trozo de queso. ¡Era redondo, amarillo y olía de maravilla! "¡Qué suerte tengo! ¡Este será mi almuerzo!", pensó el cuervo. Para comer tranquilo, voló hasta la rama más alta de un árbol.
Allí estaba, con su tesoro en el pico, sintiéndose muy especial. En ese momento, una zorra muy astuta que paseaba por el bosque, levantó su nariz y olfateó. "Mmm... ¡Huele a queso!", se dijo. Miró hacia arriba y vio al cuervo, feliz con su comida.
A la zorra se le antojó el queso, ¡muchísimo! Pero estaba muy alto y ella no podía volar. "Mmm, tendré que usar mi ingenio", pensó con una sonrisita.
Se acercó al árbol y le dijo al cuervo con la voz más dulce que pudo: "¡Hola, señor Cuervo! ¡Qué elegante se ve usted hoy!". El cuervo lo escuchó, pero no dijo nada para no soltar su queso.
La zorra no se rindió. "¡Y qué plumas tan brillantes tiene! ¡Parecen estrellas negras!", añadió.
Al cuervo le encantaba que le dijeran cosas bonitas. Se sintió muy feliz y orgulloso. Infló un poquito su pecho y estiró el cuello, pero mantuvo el pico bien cerrado.
La zorra vio que al cuervo le gustaba que lo halagaran, así que usó su mejor idea. Puso cara de sorpresa y exclamó: "¡Oh! He oído que tienes la voz más increíble de todo el bosque. ¡Me encantaría escuchar tu canto!".
¡Esto sí que le gustó al cuervo! Se emocionó tanto que se olvidó por completo del queso. ¡Quería que todos supieran que su canto era el mejor!
Tomó mucho aire, abrió su gran pico para cantar su mejor canción y gritó con todas sus fuerzas: "¡CRAAA, CRAAA!".
Claro, al abrir el pico, ¡el queso se cayó! Dio vueltas y vueltas en el aire y… ¡plas!, aterrizó justo en las patas de la zorra, que lo esperaba abajo.
La zorra lo atrapó y le dio un gran mordisco. "¡Mmm, delicioso!", dijo mientras masticaba. Miró al cuervo, que se había quedado en silencio, y le dijo con amabilidad: "Señor Cuervo, tienes una voz muy potente. Pero un pequeño consejo de amiga: es bueno pensar un poquito antes de creer todos los halagos".
El cuervo pensó por un momento. No estaba triste, sino sorprendido. ¡La zorra era muy lista! Entendió que había aprendido algo muy importante. La próxima vez, primero aseguraría su comida y después, ¡daría el mejor de los conciertos!
Y recuerda: ¡Primero piensa, y después canta!
Allí estaba, con su tesoro en el pico, sintiéndose muy especial. En ese momento, una zorra muy astuta que paseaba por el bosque, levantó su nariz y olfateó. "Mmm... ¡Huele a queso!", se dijo. Miró hacia arriba y vio al cuervo, feliz con su comida.
A la zorra se le antojó el queso, ¡muchísimo! Pero estaba muy alto y ella no podía volar. "Mmm, tendré que usar mi ingenio", pensó con una sonrisita.
Se acercó al árbol y le dijo al cuervo con la voz más dulce que pudo: "¡Hola, señor Cuervo! ¡Qué elegante se ve usted hoy!". El cuervo lo escuchó, pero no dijo nada para no soltar su queso.
La zorra no se rindió. "¡Y qué plumas tan brillantes tiene! ¡Parecen estrellas negras!", añadió.
Al cuervo le encantaba que le dijeran cosas bonitas. Se sintió muy feliz y orgulloso. Infló un poquito su pecho y estiró el cuello, pero mantuvo el pico bien cerrado.
La zorra vio que al cuervo le gustaba que lo halagaran, así que usó su mejor idea. Puso cara de sorpresa y exclamó: "¡Oh! He oído que tienes la voz más increíble de todo el bosque. ¡Me encantaría escuchar tu canto!".
¡Esto sí que le gustó al cuervo! Se emocionó tanto que se olvidó por completo del queso. ¡Quería que todos supieran que su canto era el mejor!
Tomó mucho aire, abrió su gran pico para cantar su mejor canción y gritó con todas sus fuerzas: "¡CRAAA, CRAAA!".
Claro, al abrir el pico, ¡el queso se cayó! Dio vueltas y vueltas en el aire y… ¡plas!, aterrizó justo en las patas de la zorra, que lo esperaba abajo.
La zorra lo atrapó y le dio un gran mordisco. "¡Mmm, delicioso!", dijo mientras masticaba. Miró al cuervo, que se había quedado en silencio, y le dijo con amabilidad: "Señor Cuervo, tienes una voz muy potente. Pero un pequeño consejo de amiga: es bueno pensar un poquito antes de creer todos los halagos".
El cuervo pensó por un momento. No estaba triste, sino sorprendido. ¡La zorra era muy lista! Entendió que había aprendido algo muy importante. La próxima vez, primero aseguraría su comida y después, ¡daría el mejor de los conciertos!
Y recuerda: ¡Primero piensa, y después canta!
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