Las Estrellas de Oro

Las Estrellas de Oro

por Hermanos Grimm

⏱️2 min3-4 añosBondadMagia
Esa noche, la pequeña Lena vio una estrella que bajó del cielo y se le posó en la mano. Su corazoncito palpitó de emoción: ¿sería una estrella de verdad? Con ojos brillantes, soñó que la estrella solo era el comienzo de algo mágico.

Lena vivía en una casita junto al bosque con su mamá, su papá y sus dos hermanitos. Cada atardecer, mamá contaba historias junto al fuego mientras papá traía leña. Una tarde, Lena salió al prado y encontró una estrella dorada que brillaba como un sol diminuto.

Al día siguiente, Lena mostró la estrella a su papá. Él abrió los ojos sorprendido y dijo: “Esto no es una piedra cualquiera. Debemos preguntar a la abuelita.” Así, la familia caminó hasta la casa de la abuela, que vivía en el borde del bosque.

La abuelita examinó la estrella con su bastón de madera y sonrió. “Es una estrella de oro”, dijo. “Debemos devolverla a su lugar, donde crecen las estrellas en el bosque. Solo un corazón amable puede traerlas de vuelta.” Lena prometió ayudar.

A la mañana siguiente, los cuatro se internaron en el bosque. Caminaban entre robles altos y helechos suaves. Lena llevaba la estrella en su pañuelito rosa. Sus hermanitos jugaban siguiendo a un conejito. El bosque olía a musgo y a pan recién horneado.

Cuando se detuvieron para merendar, la familia sacó galletas de chocolate. Lena ofreció la primera galleta al conejito, que la miró curioso. Entonces un pajarito travieso voló y robó todas las galletas. Lena soltó un suspiro, pero vio que la estrella se había deslizado de su pañuelo.

Sin pensarlo, Lena corrió tras el pajarito. Brincó sobre raíces y rodeó arbustos. Al fondo, en la rama de un viejo roble, el pajarito sostenía la estrella con su pico. Lena alzó los brazos y llamó con voz dulce: “Por favor, pajarito, devuelve mi estrella.”

El pajarito titiló con sus ojitos y quedó quieto. Lena abrió el pañuelo y le ofreció una galleta. El pajarito bajó, tomó la galleta, y soltó la estrella. De pronto, la estrella brilló tanto que llenó de luz el roble.

Del tronco surgieron tres pequeñas luces doradas, como nuevas estrellas. Se posaron suavemente en el pañuelo de Lena. Ella se puso muy feliz: ahora tenía cuatro estrellas de oro.

La familia volvió a casa cantando. La abuelita dijo: “Tu bondad abrió el camino para más estrellas.” Esa noche, colocaron las cuatro estrellas en una cajita, junto a la chimenea.

Desde entonces, cuando miraban el cielo, recordaban que la amabilidad trae sorpresas doradas. Y así, cada vez que miraban al cielo, recordaban: «¡Brillan las estrellas de oro... y yo también!»