
Las Tres Plumas
En un reino lleno de risas y flores, el rey anunció un divertido concurso a sus tres hijos: quien encontrara la pluma más hermosa sería su heredero.
El rey era un hombre amable y un poco travieso. Quería que sus hijos aprendieran valor y bondad. Llamó a Otto, su hijo mayor, a Guillermo, el del medio, y a Luis, el más pequeño. Les dio a cada uno una pluma: una roja para Otto, una azul para Guillermo y una verde para Luis. “Sigan la pluma”, les dijo, “y traigan de vuelta la más preciosa”.
A la mañana siguiente, Otto partió con paso firme. Su pluma roja voló alto y lo llevó hasta un bosque de árboles gigantes. El viento murmuró entre las hojas y el crujir de ramas lo hizo sonreír. Allí, unas sombras extrañas cruzaban el camino. Otto caminó con cuidado, pero las sombras resultaron ser mariposas enormes que parecían linternas flotantes. Fascinado, las siguió mientras ellas danzaban en el aire. Al caer la tarde, la pluma roja se posó sobre una rama, como si lo esperara. Otto la tomó con orgullo y regresó al palacio, soñando con su descubrimiento.
Guillermo siguió su pluma azul hacia un río ancho y brillante. Al llegar, vio estrellas fijas en el agua. Sintió el agua fresca rozar sus pies y escuchó risas de pececitos que parecían saludarlo. Se inclinó con cuidado, pero una corriente suave lo empujó y casi se mojó. De pronto, unos pececitos saltaron y formaron un puente de escamas brillantes. Guillermo cruzó contento y recuperó su pluma azul, que había flotado junto a una roca lisa. Con una sonrisa, volvió hacia el castillo, cantando una canción alegre.
Luis, el príncipe más pequeño, era creativo y amable. Siguió su pluma verde al borde del bosque. Allí encontró a una ardilla triste; su comida había caído al suelo y estaba hambrienta. Luis compartió un trozo de pan y acomodó las nueces en su casita. La ardilla, agradecida, le señaló un sendero secreto. “Gracias, príncipe”, dijo con voz suave. El aire olía a flores frescas y el silencio era tranquilo cuando Luis continuó. La pluma verde voló sobre un arbusto bajo y llevó a Luis a un claro iluminado por luciérnagas danzantes. Allí, sobre una piedra redonda, brillaba la pluma en todo su esplendor.
Los tres hermanos regresaron juntos al palacio al anochecer. Otto mostró su pluma roja, que había perdido un trozo al golpear la rama. Guillermo exhibió la azul, húmeda por la corriente y algo deslucida. Luis entregó la pluma verde, perfecta y luminosa, como si guardara todas las sonrisas del bosque.
El rey miró las tres plumas. “Otto, fuiste valiente y curioso. Guillermo, fuiste firme y fuerte. Luis, fuiste bondadoso y atento.” Luego tomó la pluma verde y la sostuvo al sol. “La más bella es la que refleja un buen corazón.” Con un gesto lleno de orgullo, anunció a Luis como su heredero.
Todo el reino celebró con risas, música y luces de colores. Los campesinos bailaron, los niños cantaron y los pájaros se unieron con su trino alegre. Hubo fuegos artificiales de luz suave y dulces para todos. Los tres hermanos aprendieron que cada uno tenía un don especial y que la bondad era la pluma más hermosa de todas.
Y colorín, este cuento terminó con una pluma brillante y un corazón feliz.
El rey era un hombre amable y un poco travieso. Quería que sus hijos aprendieran valor y bondad. Llamó a Otto, su hijo mayor, a Guillermo, el del medio, y a Luis, el más pequeño. Les dio a cada uno una pluma: una roja para Otto, una azul para Guillermo y una verde para Luis. “Sigan la pluma”, les dijo, “y traigan de vuelta la más preciosa”.
A la mañana siguiente, Otto partió con paso firme. Su pluma roja voló alto y lo llevó hasta un bosque de árboles gigantes. El viento murmuró entre las hojas y el crujir de ramas lo hizo sonreír. Allí, unas sombras extrañas cruzaban el camino. Otto caminó con cuidado, pero las sombras resultaron ser mariposas enormes que parecían linternas flotantes. Fascinado, las siguió mientras ellas danzaban en el aire. Al caer la tarde, la pluma roja se posó sobre una rama, como si lo esperara. Otto la tomó con orgullo y regresó al palacio, soñando con su descubrimiento.
Guillermo siguió su pluma azul hacia un río ancho y brillante. Al llegar, vio estrellas fijas en el agua. Sintió el agua fresca rozar sus pies y escuchó risas de pececitos que parecían saludarlo. Se inclinó con cuidado, pero una corriente suave lo empujó y casi se mojó. De pronto, unos pececitos saltaron y formaron un puente de escamas brillantes. Guillermo cruzó contento y recuperó su pluma azul, que había flotado junto a una roca lisa. Con una sonrisa, volvió hacia el castillo, cantando una canción alegre.
Luis, el príncipe más pequeño, era creativo y amable. Siguió su pluma verde al borde del bosque. Allí encontró a una ardilla triste; su comida había caído al suelo y estaba hambrienta. Luis compartió un trozo de pan y acomodó las nueces en su casita. La ardilla, agradecida, le señaló un sendero secreto. “Gracias, príncipe”, dijo con voz suave. El aire olía a flores frescas y el silencio era tranquilo cuando Luis continuó. La pluma verde voló sobre un arbusto bajo y llevó a Luis a un claro iluminado por luciérnagas danzantes. Allí, sobre una piedra redonda, brillaba la pluma en todo su esplendor.
Los tres hermanos regresaron juntos al palacio al anochecer. Otto mostró su pluma roja, que había perdido un trozo al golpear la rama. Guillermo exhibió la azul, húmeda por la corriente y algo deslucida. Luis entregó la pluma verde, perfecta y luminosa, como si guardara todas las sonrisas del bosque.
El rey miró las tres plumas. “Otto, fuiste valiente y curioso. Guillermo, fuiste firme y fuerte. Luis, fuiste bondadoso y atento.” Luego tomó la pluma verde y la sostuvo al sol. “La más bella es la que refleja un buen corazón.” Con un gesto lleno de orgullo, anunció a Luis como su heredero.
Todo el reino celebró con risas, música y luces de colores. Los campesinos bailaron, los niños cantaron y los pájaros se unieron con su trino alegre. Hubo fuegos artificiales de luz suave y dulces para todos. Los tres hermanos aprendieron que cada uno tenía un don especial y que la bondad era la pluma más hermosa de todas.
Y colorín, este cuento terminó con una pluma brillante y un corazón feliz.