Las Tres Plumas

Las Tres Plumas

por Hermanos Grimm

⏱️6 min3-4 añosBondadHumildad
Había una vez, en un reino muy lejano, un rey que tenía tres hijos. Los dos mayores, Leo y Max, eran muy listos y siempre se sentían los más importantes. El hijo menor se llamaba Tino, y era tan bueno y tranquilo que sus hermanos a menudo se burlaban de él, llamándolo "Tino el Simple".

Un día, el rey, que ya era muy viejito, reunió a sus hijos y les dijo: "Ya es hora de elegir al nuevo rey. Soplaré tres plumas al viento. A donde cada pluma vuele, iréis a buscar lo que os pida. Quien me traiga los mejores tesoros, heredará mi corona".

El rey tomó aire y sopló. ¡Fiuuu! Una pluma voló hacia el este para Leo. ¡Fiuuu! La segunda voló hacia el oeste para Max. La tercera pluma, la de Tino, flotó suavemente y cayó muy cerca del castillo, justo al lado de una pequeña puertecita de madera en el suelo.

"¡Qué fácil!", se rieron sus hermanos y se marcharon. El rey entonces pidió la primera prueba: "¡Traedme la alfombra más maravillosa del mundo!". Leo y Max no se esforzaron mucho. Encontraron a un pastor y le compraron una alfombra de lana, simple y un poco áspera.

Tino, en cambio, miró la puertecita en el suelo, la abrió y bajó por una escalera secreta. Abajo encontró un lugar sorprendente: ¡una ranita muy grande y verde estaba sentada en un pequeño trono! La ranita le preguntó con una vocecita graciosa: "¿Qué te trae por aquí, muchacho?". "Busco la alfombra más maravillosa del mundo", respondió Tino con amabilidad. La ranita dio una palmada y cantó: "¡Ranita, ranita, salta y ve, qué hay en la caja grande, tráelo para él!". Una ranita más pequeña trajo un cofre y, al abrirlo, apareció una alfombra tan suave y colorida que parecía tejida con hilos de sol y arcoíris.

Cuando Tino se la mostró al rey, todos se asombraron. El rey entonces anunció la segunda prueba: "¡Ahora, traedme el anillo más brillante y hermoso!". Leo y Max, con prisa, encontraron un viejo clavo oxidado y lo doblaron para formar un anillo. Tino volvió a la escalera secreta. "¡Hola, amiga ranita!", saludó. "Ahora necesito el anillo más hermoso". La ranita volvió a cantar su canción mágica y esta vez le entregó un anillo de oro con un diamante que brillaba como una estrella.

El rey estaba encantado con Tino, pero quedaba una última prueba. "Quien se convierta en rey deberá tener a su lado a la princesa más buena y encantadora. ¡Traédmela!". Los hermanos mayores, muy enfadados, encontraron a la primera campesina que vieron y la llevaron a regañadientes al castillo.

Tino bajó las escaleras por última vez, un poco preocupado. "¿Una princesa? ¿Dónde podré encontrar una?". La gran ranita le sonrió y le dijo: "Hoy es tu día de suerte". Dio un salto y, ¡Puf!, en medio de una luz brillante, la ranita se transformó en la princesa más bella que nadie había visto jamás, con una sonrisa tan cálida como el sol.

Cuando Tino llegó al castillo de la mano de la princesa, nadie lo podía creer. El rey, lleno de alegría, le dio la corona a su hijo menor. Tino se convirtió en un rey justo y querido por todos. Sus hermanos aprendieron que la bondad es más importante que la astucia. Y así fue como el pequeño Tino demostró que no importa lo que otros piensen de ti.

Y recuerda siempre: un corazón amable es el tesoro más grande que puedes tener.

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