
Los Doce Cazadores
En un reino lejano, la princesa Lina descubrió un gran secreto que la puso en apuros. Con el corazón latiendo muy rápido, dijo adiós a su vida cómoda y se marchó al bosque.
En el bosque, Lina encontró doce amigos leales. Eran valientes y alegres, cada uno con un sombrero de cazador. Juntos, se vistieron con botas altas y capas verdes. Por las mañanas, recolectaban bayas y hierbas. Por las tardes, contaban chistes y cantaban canciones divertidas. Lina aprendió a ser buena cazadora, aunque nunca levantaron un arma. Su risa llenaba el aire de magia y amistad.
En su pequeña cabaña de madera, Lina y los amigos pintaban hojas con colores vivos y se escondían para asustarse con risas suaves. A veces uno salía de detrás de un árbol para hacer cosquillas a otro, y todos saltaban de alegría.
En el castillo, el joven príncipe Marco extrañaba a Lina. Decidió buscarla, aunque no sabía dónde. Montó su caballo blanco y partió por caminos polvorientos. Preguntó a cada persona en pueblos y praderas: "¿Han visto a la dulce princesa?" Pero nadie lo ayudaba. Mientras tanto, Lina y los doce amigos preparaban una fiesta secreta en el bosque. Habían recogido flores, bayas y miel. Todo olía delicioso y brillaba con colores vivos.
Una tarde, Marco siguió un aroma dulce hasta un claro del bosque. Allí vio doce sombreros verdes colgados en ramas y una sonrisa luminosa entre hojas. Se acercó con cuidado y escuchó risas y canciones. Los amigos de Lina lo saludaron con alegría; él les contó su misión de encontrar a la princesa. Entonces, Lina apareció tras un arbusto vestida de cazadora. Marco se emocionó tanto que casi tropezó con sus propias botas.
Lina preparó una rica sopa de verduras y hierbas silvestres. Sirvió tres cuencos: uno de oro, otro de madera y uno sencillo. Marco probó la sopa sencilla, porque le gusta lo simple. Al primer sorbo, su rostro brilló de alegría. Todos rieron cuando él dijo: "Esta sopa es la mejor del reino". Entonces, Lina sonrió y se quitó la capa verde. Marco la abrazó con ternura y agradeció a los doce amigos por cuidar a su princesa.
El rey y la reina quedaron muy felices al ver volver a Lina. El banquete en el gran salón estuvo lleno de risas y música. Marco y Lina bailaron al compás de tamboriles y flautas. Los doce amigos fueron invitados de honor y recibieron medallas brillantes en forma de hojas de roble. Todos comieron pastel de manzana y bebieron jugo de frutas. Por la noche, bajo las estrellas, Lina contó sus aventuras en el bosque. Los niños del reino escucharon con ojos grandes y sonrieron de emoción.
Desde entonces, la princesa Lina vivió feliz con Marco y sus amigos en el castillo. Cada atardecer salían al bosque para cantar y contar historias. Y cuando se sentían tristes, recordaban que la amistad siempre brilla, como la luz del sol entre los árboles. Y colorín colorado, este cuento ha terminado, pero la magia de la amistad nunca se va.
En el bosque, Lina encontró doce amigos leales. Eran valientes y alegres, cada uno con un sombrero de cazador. Juntos, se vistieron con botas altas y capas verdes. Por las mañanas, recolectaban bayas y hierbas. Por las tardes, contaban chistes y cantaban canciones divertidas. Lina aprendió a ser buena cazadora, aunque nunca levantaron un arma. Su risa llenaba el aire de magia y amistad.
En su pequeña cabaña de madera, Lina y los amigos pintaban hojas con colores vivos y se escondían para asustarse con risas suaves. A veces uno salía de detrás de un árbol para hacer cosquillas a otro, y todos saltaban de alegría.
En el castillo, el joven príncipe Marco extrañaba a Lina. Decidió buscarla, aunque no sabía dónde. Montó su caballo blanco y partió por caminos polvorientos. Preguntó a cada persona en pueblos y praderas: "¿Han visto a la dulce princesa?" Pero nadie lo ayudaba. Mientras tanto, Lina y los doce amigos preparaban una fiesta secreta en el bosque. Habían recogido flores, bayas y miel. Todo olía delicioso y brillaba con colores vivos.
Una tarde, Marco siguió un aroma dulce hasta un claro del bosque. Allí vio doce sombreros verdes colgados en ramas y una sonrisa luminosa entre hojas. Se acercó con cuidado y escuchó risas y canciones. Los amigos de Lina lo saludaron con alegría; él les contó su misión de encontrar a la princesa. Entonces, Lina apareció tras un arbusto vestida de cazadora. Marco se emocionó tanto que casi tropezó con sus propias botas.
Lina preparó una rica sopa de verduras y hierbas silvestres. Sirvió tres cuencos: uno de oro, otro de madera y uno sencillo. Marco probó la sopa sencilla, porque le gusta lo simple. Al primer sorbo, su rostro brilló de alegría. Todos rieron cuando él dijo: "Esta sopa es la mejor del reino". Entonces, Lina sonrió y se quitó la capa verde. Marco la abrazó con ternura y agradeció a los doce amigos por cuidar a su princesa.
El rey y la reina quedaron muy felices al ver volver a Lina. El banquete en el gran salón estuvo lleno de risas y música. Marco y Lina bailaron al compás de tamboriles y flautas. Los doce amigos fueron invitados de honor y recibieron medallas brillantes en forma de hojas de roble. Todos comieron pastel de manzana y bebieron jugo de frutas. Por la noche, bajo las estrellas, Lina contó sus aventuras en el bosque. Los niños del reino escucharon con ojos grandes y sonrieron de emoción.
Desde entonces, la princesa Lina vivió feliz con Marco y sus amigos en el castillo. Cada atardecer salían al bosque para cantar y contar historias. Y cuando se sentían tristes, recordaban que la amistad siempre brilla, como la luz del sol entre los árboles. Y colorín colorado, este cuento ha terminado, pero la magia de la amistad nunca se va.