Los Seis Cisnes

Los Seis Cisnes

por Hermanos Grimm

⏱️6 min3-4 añosAmor fraternalPerseverancia
En un reino lejano y muy alegre, vivía un rey con sus siete hijos: seis príncipes juguetones y una dulce princesa llamada Lía. A los hermanos les encantaba jugar a las carreras por los jardines del castillo, y sus risas se oían por todas partes. Pero cerca de allí vivía una bruja un poco gruñona a la que no le gustaba nada el ruido. Un día, cansada de tanto jaleo, apareció en el castillo. "¡Demasiado alboroto!", se quejó. Y con un rápido movimiento de su varita, ¡PUM!, convirtió a los seis príncipes en preciosos cisnes blancos.

Los cisnes, asustados, abrieron sus enormes alas y salieron volando por la ventana más alta, perdiéndose en el cielo. La princesa Lía se quedó muy, muy triste. Sus compañeros de juegos se habían ido. Con el corazón lleno de valor, decidió que tenía que salvarlos.

Corrió hacia el bosque y siguió el rastro de una pluma blanca que encontró en el camino. Buscó y buscó, hasta que al anochecer llegó a una cabaña abandonada junto a un lago. Y allí, en la orilla, vio a los seis cisnes. Justo cuando el sol se ocultó, los cisnes se transformaron de nuevo en sus hermanos.

"¡Lía!", exclamaron al verla. Le contaron que el hechizo era muy poderoso. "Solo hay una forma de romperlo", dijo el hermano mayor. "Debes tejer seis camisas con flores de estrella, que solo brillan de noche. Pero lo más difícil es que, mientras las tejes, no puedes decir ni una sola palabra. Si hablas, nos quedaremos como cisnes para siempre".

Lía asintió con la cabeza, decidida. El amor por sus hermanos era más grande que cualquier dificultad. Esa misma noche, recogió las flores brillantes y empezó a tejer. Se sentó en la cabaña y trabajó sin parar. Cuando los animalitos del bosque se acercaban curiosos, ella solo les sonreía en silencio. A veces, la bruja gruñona pasaba volando en su escoba para molestarla, haciendo ruidos de animales y contando chistes malos, pero Lía no le hacía caso, muy concentrada en su tarea.

Sus dedos ágiles tejieron la primera camisa, luego la segunda, y así hasta cinco. Estaba dando las últimas puntadas a la manga de la sexta camisa cuando escuchó el aleteo de sus hermanos. ¡Ya casi amanecía y el tiempo se agotaba!

Con el corazón latiendo a mil por hora, Lía corrió hacia la orilla y les lanzó las camisas una por una. Al tocarlos, ¡ZAS!, los cisnes se convertían de nuevo en príncipes. ¡Cinco de ellos estaban perfectos! Pero el sexto, el más pequeño, recibió la camisa a la que le faltaba una manga. Así que, en lugar de su brazo izquierdo, ¡se quedó con una suave y blanca ala de cisne!

El principito miró su ala, la agitó un poco y dijo con una sonrisa: "¡Qué bien! ¡Ahora podré dar los mejores abrazos de plumas!". Todos soltaron una gran carcajada, y la propia Lía, que ya podía hablar, rio más fuerte que nadie. Su risa feliz fue tan poderosa que la bruja tuvo que irse a vivir a otro lugar muy, muy lejano.

Los siete hermanos regresaron al castillo, donde el príncipe con el ala de cisne se hizo famoso por sus abrazos cálidos y cosquillosos.

Y recuerda siempre: el amor de hermanos es la magia más fuerte que existe.

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