Los Siete Cuervos

Los Siete Cuervos

por Hermanos Grimm

⏱️5 min3-4 añosAmor familiarPerdón
Había una vez un buen hombre que tenía siete hijos muy traviesos. Corrían, saltaban y hacían tanto ruido como una orquesta desafinada. Un día, la familia tuvo una alegría inmensa: ¡nació una niña! La llamaron Luna. Mientras Luna era un bebé, sus hermanos la querían mucho, pero no sabían jugar en silencio.

Una tarde, mientras la pequeña Luna dormía su siesta, los siete hermanos jugaban a las carreras dentro de la casa. ¡Bum, pam, zas! El padre, desesperado por un poco de calma, exclamó sin pensar: "¡Ojalá fueran cuervos silenciosos y se volaran lejos para poder descansar!". Apenas dijo estas palabras, un viento mágico entró por la ventana y ¡puf! Los siete niños se convirtieron en siete cuervos negros y salieron volando hacia el cielo. El padre se arrepintió al instante, pero ya era tarde. Los cuervos desaparecieron en el horizonte.

Luna creció sin saber que tenía hermanos. Pero un día, encontró siete camisitas de niño guardadas en un baúl. "Papá, ¿de quién es esto?", preguntó. Sus padres, con mucha tristeza, le contaron la historia. Luna, que tenía un corazón valiente, decidió en ese mismo momento: "Iré a buscarlos. ¡Los traeré de vuelta!".

Empacó en una pequeña bolsa un trozo de pan para no tener hambre, una cantimplora con agua para no tener sed y un diminuto taburete para descansar. Y así, se despidió de sus padres y se adentró en el mundo para encontrar a sus hermanos.

Caminó por un bosque soleado y le preguntó a una ardilla parlanchina si había visto a siete cuervos. "¡Sí!", dijo la ardilla, moviendo su cola. "Volaron hacia la gran Montaña de Cristal, más allá del río de los susurros". Luna le dio las gracias y siguió el camino que la ardilla le indicó.

Finalmente, llegó a una montaña altísima y brillante, que parecía hecha de hielo. ¡Era la Montaña de Cristal! En la base, había una puertecita cerrada. Luna intentó abrirla, pero estaba bien atrancada. Se sentó en su taburete, preocupada. ¿Cómo iba a entrar? Sacó de su bolsillo una pequeña flauta de madera que siempre llevaba consigo y tocó una melodía dulce, la misma que su madre le cantaba para dormir.

De repente, la pequeña puerta hizo "clic" y se abrió lentamente. ¡La música era la llave! Dentro, la cueva era cálida y estaba iluminada por cristales que brillaban como estrellas. En el centro, vio a siete cuervos acurrucados en un gran nido. Estaban tristes y callados.

Luna se acercó despacio y dijo con voz suave: "Hermanos, soy Luna. He venido a llevarlos a casa". Los cuervos levantaron la cabeza y la miraron con sus ojitos brillantes. En cuanto la reconocieron, una luz cálida los envolvió y, uno por uno, ¡se convirtieron de nuevo en niños!

"¡Luna! ¡Nuestra hermanita!", gritaron todos a la vez. Se dieron el abrazo más grande del mundo. Salieron de la cueva de la mano y emprendieron el feliz viaje de regreso. Cuando llegaron a casa, sus padres lloraron de alegría.

Y así, la familia estuvo completa otra vez. Y aprendieron que las palabras tienen poder, pero el amor y el perdón tienen mucho más. Y cuando el amor es la llave, ninguna puerta permanece cerrada.

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