
Madre Nieve
Había una vez dos hermanas muy diferentes. Una era amable y trabajadora. La otra era muy perezosa.
Un día, la hermana trabajadora estaba junto al pozo cuando su huso, una varita para hacer hilo, se le cayó adentro. Al asomarse para buscarlo, ¡se encontró de repente en un mundo mágico! Aterrizó suavemente en un campo con flores.
Pronto, oyó una vocecita: "¡Sácame de aquí, por favor!". Era un pan en un horno. La niña lo sacó con cuidado. "¡Gracias!", dijo el pan.
Más adelante, un manzano le pidió: "¡Sacúdeme, mis manzanas están muy pesadas!". La niña sacudió el árbol y las manzanas cayeron suavemente. "¡Gracias!", dijo el árbol.
Al final del camino, encontró la casa de una anciana amable llamada Madre Nieve. "Hola", dijo Madre Nieve. "Si me ayudas a sacudir mi almohada, harás que nieve en el mundo". A la niña le encantó la idea. Cada día sacudía la almohada y veía las plumas caer como nieve.
Pero pronto, extrañó su casa y le dijo a Madre Nieve que quería volver. "Has sido muy buena y trabajadora", dijo Madre Nieve. La guio hasta un gran arco. Al pasar por debajo, una lluvia suave de oro brillante cayó sobre ella. ¡Qué sorpresa tan bonita! Volvió a casa feliz, cubierta de oro.
Su hermana perezosa, al verla, sintió mucha envidia. "¡Yo también quiero oro!", exclamó. Tiró su huso al pozo y saltó detrás.
Pero cuando el pan le pidió ayuda, ella respondió: "¡No, qué pereza!". Cuando el manzano le pidió ayuda, dijo: "¡No, qué aburrido!". Llegó a casa de Madre Nieve, pero no quiso ayudar mucho. Solo trabajó un día, y sin ganas.
Al día siguiente, le pidió su premio. Madre Nieve la llevó al mismo arco. La niña pasó por debajo esperando el oro, pero no cayó nada. Ni una sola moneda.
Volvió a casa con las manos vacías y entendió que solo la amabilidad y el esfuerzo tienen recompensa.
Un día, la hermana trabajadora estaba junto al pozo cuando su huso, una varita para hacer hilo, se le cayó adentro. Al asomarse para buscarlo, ¡se encontró de repente en un mundo mágico! Aterrizó suavemente en un campo con flores.
Pronto, oyó una vocecita: "¡Sácame de aquí, por favor!". Era un pan en un horno. La niña lo sacó con cuidado. "¡Gracias!", dijo el pan.
Más adelante, un manzano le pidió: "¡Sacúdeme, mis manzanas están muy pesadas!". La niña sacudió el árbol y las manzanas cayeron suavemente. "¡Gracias!", dijo el árbol.
Al final del camino, encontró la casa de una anciana amable llamada Madre Nieve. "Hola", dijo Madre Nieve. "Si me ayudas a sacudir mi almohada, harás que nieve en el mundo". A la niña le encantó la idea. Cada día sacudía la almohada y veía las plumas caer como nieve.
Pero pronto, extrañó su casa y le dijo a Madre Nieve que quería volver. "Has sido muy buena y trabajadora", dijo Madre Nieve. La guio hasta un gran arco. Al pasar por debajo, una lluvia suave de oro brillante cayó sobre ella. ¡Qué sorpresa tan bonita! Volvió a casa feliz, cubierta de oro.
Su hermana perezosa, al verla, sintió mucha envidia. "¡Yo también quiero oro!", exclamó. Tiró su huso al pozo y saltó detrás.
Pero cuando el pan le pidió ayuda, ella respondió: "¡No, qué pereza!". Cuando el manzano le pidió ayuda, dijo: "¡No, qué aburrido!". Llegó a casa de Madre Nieve, pero no quiso ayudar mucho. Solo trabajó un día, y sin ganas.
Al día siguiente, le pidió su premio. Madre Nieve la llevó al mismo arco. La niña pasó por debajo esperando el oro, pero no cayó nada. Ni una sola moneda.
Volvió a casa con las manos vacías y entendió que solo la amabilidad y el esfuerzo tienen recompensa.
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