Piel de Asno

Piel de Asno

por Charles Perrault

⏱️3 min3-4 añosBelleza interiorBondad
Había una vez un rey muy bueno que tenía la mayor de las suertes: un asno mágico. Este asno especial, en lugar de paja, comía rosas, ¡y hacía popó de monedas de oro! Gracias a él, el reino era muy próspero y feliz. El rey tenía una hija, una princesa tan alegre y buena que todos la querían. Un día, un rey vecino, que era muy gruñón, le pidió al padre de la princesa que la dejara ir a su castillo para ser amiga de su hija. El rey, sin pensarlo mucho, le dijo que sí. Pero la princesa se puso muy triste. ¡No quería visitar un castillo tan gris y aburrido con un rey tan malhumorado! Corrió a pedirle ayuda a su hada madrina. "No te preocupes", le dijo el hada con una sonrisa. "Tengo una idea. Pídele a tu padre un vestido que brille como el sol. Eso nos dará tiempo". El rey, que amaba a su hija, se lo consiguió. Aún así, la princesa no quería ir. Entonces, el hada le dio una solución mágica. Le entregó una capa vieja y polvorienta. "Con esta capa", le dijo, "nadie te reconocerá. Podrás ir a donde quieras y encontrar tu propia alegría". La capa parecía la piel de un burrito viejo, así que la princesa supo que sería un buen disfraz. Guardó su vestido de sol en un pequeño baúl mágico y, cubierta con la capa, huyó del palacio. Llegó a un reino lejano donde encontró trabajo en la cocina del palacio real. Como llevaba siempre su capa polvorienta, todos la llamaban "Piel de Asno". Era un trabajo duro, pero ella siempre era amable y trabajadora. Los domingos, cuando descansaba, se encerraba en su cuarto, se quitaba la capa y se ponía su vestido de sol para sentirse ella misma otra vez. Un domingo, el joven príncipe del reino, que era muy bueno y curioso, pasó por su puerta y vio un destello de luz por la cerradura. Al mirar, ¡vio a la chica de la cocina transformada en una princesa radiante! Se enamoró al instante. El príncipe se puso tan pensativo que no comía. Solo pidió una cosa: un pastel hecho por las manos de Piel de Asno. La princesa horneó el pastel más rico que pudo. Y antes de cerrarlo, dejó caer dentro su pequeño anillo de oro. Cuando el príncipe comió el pastel, ¡encontró el anillo! Feliz, anunció: "¡Me casaré con la joven a quien le quede este anillo!". Todas las damas de la corte se lo probaron, pero era muy pequeño. Finalmente, llamaron a Piel de Asno. Con timidez, extendió su mano, y el anillo se deslizó en su dedo perfectamente. En ese momento, se quitó la capa polvorienta y apareció con su vestido de sol. El príncipe sonrió, pues ya sabía que ella era especial. Se casaron y fueron muy felices. Su padre, al enterarse, fue a la boda y le pidió perdón por no haberla escuchado, feliz de verla tan contenta. Y así aprendieron todos que la verdadera belleza no está en la ropa ni en las apariencias, sino en un corazón bueno y amable.

Cuentos que te pueden gustar

Descubre historias similares llenas de aventuras y enseñanzas