Piel de Oso

Piel de Oso

por Hermanos Grimm

⏱️3 min3-4 añosBondadApariencias
Había una vez un soldado llamado Leo, un joven muy valiente y de corazón noble. Cuando terminó su servicio, se encontró un poco perdido, sin un lugar al que llamar hogar. Mientras caminaba por un bosque frondoso, un duende saltarín con una barba que le llegaba a los pies y un gorro rojo brillante se paró frente a él.

El duende, con ojos chispeantes de travesura, le propuso un reto: "Te daré esta chaqueta mágica. Sus bolsillos siempre estarán llenos de sorpresas y monedas de oro. Pero a cambio, tendrás que usar esta enorme y peluda piel de oso. No podrás lavarte, ni peinarte, ni cortarte las uñas hasta que esta pequeña semilla mágica que plantaré aquí se convierta en un girasol gigante y dorado".

Leo, que amaba las aventuras, aceptó sin dudar. Se puso la pesada piel de oso y, de inmediato, su pelo y su barba comenzaron a crecer como la hierba en primavera. Pronto, parecía un oso de verdad, grande y despeinado. La gente de los pueblos por los que pasaba lo llamaba "Piel de Oso". Algunos niños se asustaban, pero Piel de Oso les sonreía y sacaba de sus bolsillos mágicos caramelos, trompos de madera y pelotas de colores. Siempre compartía su fortuna, ayudando a quien lo necesitaba y asegurándose de que los animales del bosque tuvieran comida en invierno.

Una noche fría, llegó a una posada donde el dueño se lamentaba por no tener dinero para pagar sus deudas. Piel de Oso, sin decir una palabra, pagó todo lo que debía el hombre con un puñado de monedas de oro de su bolsillo. El posadero, agradecido, le ofreció un lugar para dormir. El hombre tenía tres hijas. Las dos mayores, al ver a Piel de Oso, dijeron con desprecio: "¡Qué aspecto tan horrible! ¡Huele a musgo y a tierra mojada!". Corrieron a sus habitaciones, cerrando la puerta con fuerza.

Sin embargo, la hija menor, llamada Ana, sintió curiosidad. Se acercó despacio y vio que, bajo toda esa maraña de pelo, los ojos de Piel de Oso eran amables y un poco tristes. "Gracias por ayudar a mi padre", dijo ella con una voz dulce. Piel de Oso sintió su corazón calentarse. Partió un anillo de plata muy simple en dos mitades. "Tú tienes un corazón de oro", le dijo. "Guarda esta mitad. Si sigues siendo tan buena cuando yo regrese, nos casaremos. Yo guardaré la otra para no olvidarte". Ana, conmovida, tomó la media sortija y la guardó en un lugar seguro.

Pasó el tiempo, y una mañana radiante, un girasol gigante y dorado se alzó en el claro del bosque, brillando como el sol. El duende apareció con una carcajada. "¡Has cumplido tu promesa!", celebró. Con un gesto de su mano, la piel de oso se desvaneció en una nube de polvo de estrellas. Leo quedó limpio, bien vestido y más apuesto que nunca. Y sus bolsillos, por supuesto, seguían llenos de magia.

Leo fue directo a la posada. Las hermanas mayores lo vieron llegar en un elegante carruaje y se pusieron sus mejores vestidos, compitiendo por su atención. Pero Leo buscó a Ana con la mirada. Cuando la encontró, le mostró su mitad del anillo. Ana, con el corazón latiéndole deprisa, sacó la suya. ¡Encajaban a la perfección!

Leo y Ana se casaron y fueron muy felices, compartiendo su fortuna y su bondad con todo el mundo. Y así, todos aprendieron que la verdadera belleza no se ve con los ojos, sino con el corazón.

Y recuerda siempre: un corazón bueno es el tesoro más grande de todos.

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