
Pinocho
Había una vez un carpintero muy cariñoso llamado Geppetto. Geppetto soñaba con tener un hijito para jugar y darle muchos abrazos. Un día, encontró un trozo de madera mágica y brillante. "¡Oh, qué maravilla!", pensó. "¡Haré un muñeco de madera!". Con mucho cuidado, talló unos ojos curiosos, una boca sonriente y una nariz redondita y pequeña. Lo llamó Pinocho.
Esa noche, Geppetto miró una estrella fugaz y pidió un deseo con todo su corazón: "Estrellita, por favor, me encantaría que mi Pinocho fuera un niño de verdad". Mientras Geppetto dormía, un hada buena y luminosa escuchó su deseo. Con un suave toque de su varita, ¡chis-pum!, le dio vida a Pinocho. "¡Hola, mundo!", dijo Pinocho, dando saltitos con sus piernas de madera. El hada le susurró con una voz dulce: "Pinocho, si eres bueno, valiente y siempre dices la verdad, un día tu deseo se cumplirá".
Cuando Geppetto despertó, ¡casi se cae de la sorpresa y la alegría! ¡Su muñeco de madera hablaba y se movía! Lo abrazó muy fuerte y le dio un libro nuevo. "¡Es hora de ir a la escuela, mi pequeño Pinocho! ¡Aprender es una gran aventura!".
Pinocho salió de casa muy contento, cantando una canción. Pero en el camino, se encontró con un zorro muy listo y un gato muy juguetón. "¡Hola, Pinocho!", dijo el zorro con una gran sonrisa. "¿A dónde vas tan deprisa?". "¡A la escuela!", respondió Pinocho con orgullo. "¡La escuela! ¡Qué aburrido!", maulló el gato. "¡Nosotros vamos a un show de marionetas increíble! ¡Hay música, luces y muchas risas! ¡Es mucho más divertido!". A Pinocho le brillaron los ojitos. ¡Un show de marionetas sonaba genial! Así que, sin pensarlo dos veces, cambió su libro por una entrada para el show.
Más tarde, el hada apareció entre destellos de luz. "¿Cómo te fue en la escuela, Pinocho?", preguntó amablemente. Pinocho sintió un nudo en la pancita. No quería decepcionar al hada, así que dijo una cosita que no era verdad: "Mmm, sí... ¡fui a la escuela!". ¡Puf! De repente, su nariz se estiró un poquito. El hada inclinó la cabeza. "¿Y tu libro nuevo?". Pinocho se puso nervioso y mintió otra vez: "¡Oh! Lo… lo perdí por el camino". ¡Puf! Su nariz creció otro poco, ¡ahora parecía una zanahoria chistosa!
A Pinocho no le gustó nada tener esa nariz tan larga. Pero lo que menos le gustaba era ese sentimiento feo en su pancita. ¡Decir mentiras no se sentía nada bien! Con lágrimas en los ojos, confesó: "¡No fui a la escuela! ¡Cambié mi libro por ir a un show! ¡Lo siento mucho!". Al ver su corazón arrepentido, el hada sonrió. Con un toque de su varita, ¡pop!, la nariz de Pinocho volvió a ser pequeña y redondita. "Recuerda, Pinocho", dijo el hada con cariño, "la verdad hace que tu corazón se sienta ligero y feliz".
Pinocho prometió que siempre, siempre diría la verdad. Corrió a casa, le dio a Geppetto el abrazo más grande del mundo y le contó toda la aventura. Desde ese día, se esforzó por ser el niño más bueno y sincero.
Y así, Pinocho descubrió que decir la verdad ¡es siempre la mejor aventura!
Esa noche, Geppetto miró una estrella fugaz y pidió un deseo con todo su corazón: "Estrellita, por favor, me encantaría que mi Pinocho fuera un niño de verdad". Mientras Geppetto dormía, un hada buena y luminosa escuchó su deseo. Con un suave toque de su varita, ¡chis-pum!, le dio vida a Pinocho. "¡Hola, mundo!", dijo Pinocho, dando saltitos con sus piernas de madera. El hada le susurró con una voz dulce: "Pinocho, si eres bueno, valiente y siempre dices la verdad, un día tu deseo se cumplirá".
Cuando Geppetto despertó, ¡casi se cae de la sorpresa y la alegría! ¡Su muñeco de madera hablaba y se movía! Lo abrazó muy fuerte y le dio un libro nuevo. "¡Es hora de ir a la escuela, mi pequeño Pinocho! ¡Aprender es una gran aventura!".
Pinocho salió de casa muy contento, cantando una canción. Pero en el camino, se encontró con un zorro muy listo y un gato muy juguetón. "¡Hola, Pinocho!", dijo el zorro con una gran sonrisa. "¿A dónde vas tan deprisa?". "¡A la escuela!", respondió Pinocho con orgullo. "¡La escuela! ¡Qué aburrido!", maulló el gato. "¡Nosotros vamos a un show de marionetas increíble! ¡Hay música, luces y muchas risas! ¡Es mucho más divertido!". A Pinocho le brillaron los ojitos. ¡Un show de marionetas sonaba genial! Así que, sin pensarlo dos veces, cambió su libro por una entrada para el show.
Más tarde, el hada apareció entre destellos de luz. "¿Cómo te fue en la escuela, Pinocho?", preguntó amablemente. Pinocho sintió un nudo en la pancita. No quería decepcionar al hada, así que dijo una cosita que no era verdad: "Mmm, sí... ¡fui a la escuela!". ¡Puf! De repente, su nariz se estiró un poquito. El hada inclinó la cabeza. "¿Y tu libro nuevo?". Pinocho se puso nervioso y mintió otra vez: "¡Oh! Lo… lo perdí por el camino". ¡Puf! Su nariz creció otro poco, ¡ahora parecía una zanahoria chistosa!
A Pinocho no le gustó nada tener esa nariz tan larga. Pero lo que menos le gustaba era ese sentimiento feo en su pancita. ¡Decir mentiras no se sentía nada bien! Con lágrimas en los ojos, confesó: "¡No fui a la escuela! ¡Cambié mi libro por ir a un show! ¡Lo siento mucho!". Al ver su corazón arrepentido, el hada sonrió. Con un toque de su varita, ¡pop!, la nariz de Pinocho volvió a ser pequeña y redondita. "Recuerda, Pinocho", dijo el hada con cariño, "la verdad hace que tu corazón se sienta ligero y feliz".
Pinocho prometió que siempre, siempre diría la verdad. Corrió a casa, le dio a Geppetto el abrazo más grande del mundo y le contó toda la aventura. Desde ese día, se esforzó por ser el niño más bueno y sincero.
Y así, Pinocho descubrió que decir la verdad ¡es siempre la mejor aventura!
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